Convivir con una persona con trastorno límite de la personalidad (TLP) genera, hasta que conocen los síntomas, mucho estupor y confusión en los familiares y amigos del enfermo porque no comprenden los motivos de su comportamiento que podría calificarse como caprichoso y excéntrico.
Dos son las características propias de los pacientes afectados por TLP: la inestabilidad emocional y la impulsividad.
La primera se manifiesta en los cambios de humor, que le ocasionan grandes conflictos con los demás, y en el establecimiento de vínculos, pues sienten que pueden ser rechazados o abandonados. Todo ello proporciona unas relaciones sociales inestables, con grandes cambios en la valoración de sí mismo y de los demás.
En segundo lugar, la impulsividad del paciente con trastorno límite de la personalidad le lleva a cometer acciones que pueden ir, desde actos autodestructivos o autolesiones hasta abusos de sustancias o trastornos de la conducta alimentaria, como la bulimia.
Todo ello da lugar a una sensación de inestabilidad y ambivalencia que la persona afectada por TLP puede llevar al terreno sexual, a su autoimagen y a las relaciones caóticas que establece con los demás.
Podemos sintetizar diciendo que la imagen que un TLP tiene de sí mismo es negativa; y con respecto a los demás, lo que demanda es ser cuidado.
Trastorno límite de la personalidad, trabajo y pareja
El término “trastorno límite” proviene del psicoanálisis y hace referencia a estructuras del yo que se encuentran entre la neurosis y la psicosis. Fue en la clasificación de la tercera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastorno Mentales (DSM-III, 1980) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría cuando apareció por primera vez para designar un trastorno de la personalidad que “se caracteriza, sobre todo, por la inestabilidad emocional, el pensamiento extremadamente dicotómico y las relaciones interpersonales caóticas”.
Ejemplo de persona con trastorno límite de la personalidad es el caso de Patricia, de 30 años. Relata que desde siempre se ha encontrado mal, pues ya de pequeña el padre la maltrataba, y tiene un hermano esquizofrénico. Se marchó de casa teniendo diecinueve años. Tiene poco contacto con su familia de origen. Ha estado viviendo sola o en pareja durante algún tiempo. Ha tenido diversos trabajos, pero en todos ellos ha durado muy poco: “Siempre me he encontrado con gente que me quería explotar”, nos dice. Ahora se muestra más receptiva al tratamiento, pero refiere cambios bruscos de su estado de ánimo, y en algún momento anduvo coqueteando con la droga. Patricia asume que es muy inestable emocionalmente, y siempre se encuentra como molesta con todo el mundo. “En los días de bajón he llegado a hacerme pequeños cortes en los brazos, pues era una manera de sentirme viva al experimentar el dolor”. Incluso manifiesta que a veces no puede controlarse y ha llegado a golpear a su pareja con ocasión de las pequeñas discusiones cotidianas. “Soy muy extremista –me explica-; ni yo misma me entiendo, pues tan pronto estoy contenta como todo me parece negativo o absurdo”. Patricia tiene un concepto muy negativo de sí misma y considera que nadie la quiere o, mejor, que todo el mundo la desprecia.
Claves para convivir con una persona con trastorno límite de la personalidad
#1.- La familia deberá favorecer un clima de estabilización psicológica para procurar que el paciente afectado por TLP no se desajuste, teniendo en cuenta que su vulnerabilidad emocional es muy alta.
#2.- Como los pacientes con TLP se mueven a impulsos entre “todo o nada”, “blanco o negro”, habrá que intentar propiciar que adviertan los matices de las acciones, tanto suyas como de los demás. En este caso, la familia no deberá promover esta polarización de bien o mal, sino que, cuando el paciente límite diga: “No puedo” o “no lo aguanto”, los padres o los hermanos no se vayan al otro extremo manifestando: “Tú sí puedes”, sino que sugerirán: “Puede que esto sea muy difícil; tal vez no puedas hacerlo solo, pero nosotros te ayudaremos. Creemos en ti”. De esta forma ayudaremos al paciente a evitar dicotomizar sus vivencias en buenas o malas, al mismo tiempo que damos un mensaje de valoración de sus posibilidades para el cambio (Szerman Bolotner y cols. 2004).
#3.- La familia se esforzará por comprender la actuación del enfermo de TLP dentro de un contexto mucho más amplio, lo cual no significa que aceptemos las acciones que realiza. Por ejemplo, si se ha autolesionado, no podemos asumirlo sin más, pero sí podemos intentar comprender el significado más profundo de ese hecho (enfado, rabia, petición de ayuda, etc.) y ayudar al familiar con trastorno límite de la personalidad a manifestar sus emociones de otra forma: a expresarlas con palabras o a descargar sus tensiones, por ejemplo, a través la práctica de algún deporte, etc..
#4.- Asimismo, la familia deberá verbalizar los sentimientos que le producen las actividades del familiar con TLP. Por ejemplo, manifestar enfado o pena o tristeza por las autolesiones o el consumo de tóxicos, es transmitir la preocupación real que tenemos frente a ese comportamiento.
#5.- La familia también deberá favorecer un tratamiento psicoterapéutico y, en algunos casos, farmacológico, del enfermo de TLP para neutralizar su impulsividad y evitar las consecuencias negativas de su descontrol.
#6.- Sería aconsejable también un tratamiento psicoterapéutico familiar para que, desde una información adecuada sobre la situación del paciente con TLP, toda la familia pueda establecer vínculos más sanos que favorezcan una estabilidad emocional de todo el sistema. A este respecto hay que “mantener una postura equilibrada entre la asignación de culpa y la no exención de responsabilidad” de la familia en esta patología (Szerman Bootner y cols., 2004). De esta forma favoreceremos una adecuada alianza terapéutica muy necesaria para el buen resultado del tratamiento.
#7.- La impulsividad se puede intentar contener ayudando a la persona con trastorno límite de la personalidad a no tomar sobre la marcha decisiones más emotivas que racionales. Estos pacientes pretenden la satisfacción inmediata del deseo, lo cual puede llevarles a cometer acciones contra sí mismos o al consumo de tóxicos, ante la imposibilidad de soportar las frustraciones de la vida diaria.
ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra. Profesor en Centro de Humanización de la Salud. Exprofesor de Psicopatología en la Facultad de Psicología de la Universidad de Comillas
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Excelente información. Gracias por las pautas que nos ayudarán a comprender mejor a nuestro familiar afectado con este complicado trastorno.
Tengo una amiga a la que quiero y aprecio muchísimo, que tiene tlp. Estoy muy frustrado porque, cuanto mejor la trato y la cuido, peor se porta conmigo. No sé cómo hacer con ella. Porque todos mis esfuerzos por comprenderla no me sirven para nada. Parece que me traspasa su negatividad. De hecho, vivimos juntos y para mí es un infierno. ¿Alguien podría darme un pequeño consejo para lidiar con su trastorno límite? De verdad que ya no sé cómo hacer.
Tengo una hija con trastorno límite de la personalidad. Desde la adolescencia, ha visitado psicólogos y psiquiatras sin ningún resultado positivo ni para ella ni para nosotros. Resulta muy difícil relacionarse con ella. Muestra mucho odio y rechazo hacia mí. No ha sido maltratada en ninguna forma. Más bien ha sido muy querida y (lo reconozco) muy mimada. Un día me quiere mucho y otro me dice que desea verme muerta muy pronto. Ya no vive con nosotros, pero, cuando viene, siento mucho miedo mental. Temo a cada instante que me insulte o se ponga a romper cosas y pegar gritos. Sus insultos y acusaciones son infinitos. Compadezco a los que tienen la desgracia de sufrir estas situaciones, como yo y mi marido.
Muchas gracias por preocuparse por los que somos tlp. Me gustó el artículo. Me hizo darme cuenta de que siempre ando peleando con mi pareja debido a que no tomo psicoterapia.
Es interesante esta nota. Tengo a mi mamá y a mi hermano con trastorno límite de la personalidad, y la verdad es que no es sencilla la vida con ellos. Son demandantes al extremo y no tienen una empatía con el entorno. A las personas con tlp solo les interesa el logro de sus impulsos imperantes del momento. La culpa es uno de los factores que me mueven a colaborar, pero cada vez es más fuerte el distanciamiento. Internaciones, intentos de suididio, autoflagelación y luego como si nada. Se van felices a hacer lo que les gusta, gozan de la manipulación. Y con mi hermano, que es un caso extremo de trastorno límite, ya van varios psicoterapeutas y psiquiatras que se niegan a tratarlo. A veces pienso que la distancia es lo más sano para mantener la cordura y la salud. Y la terapia me ayuda mucho.