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Tomar riesgos para ser feliz

El riesgo está en confrontación con la propia tendencia del ser humano al control y al equilibrio. Es cierto que la felicidad se ha definido como un equilibrio entre las necesidades del ser humano y sus posibilidades, pero es obvio que ese equilibrio no es estático y para progresar es preciso un desequilibrio (crisis) que nos posibilite un nuevo equilibrio más sano y maduro. Tomar riesgos nos impulsa a una decisión: acertada o no. No obstante, la aversión al riesgo puede provocar en el ser humano la tendencia a la pasividad y a la no acción. Así, si temo que me rechacen en una oferta de trabajo, no me arriesgo a pedirla. De esta forma evitamos la posibilidad de fracaso, pero también la posibilidad de éxito.

Sin tomar riesgos no se puede crecer psicológicamente y sin crecimiento no podemos ser felices. Así, pues la secuencia completa es: riesgo-crisis-crecimiento psicológico.

De la seguridad al riesgo


Desde la psicología hablamos de los factores de riesgo en la toma de decisiones, sabiendo que la seguridad absoluta de acertar no existe. En nuestra vida cotidiana continuamente estamos actuando entre la seguridad y el riesgo: cerrar la puerta de la casa con llave poniendo la alarma o no; comprar con tarjeta o con dinero metálico; ir por un sitio oscuro o con luz; hacer un viaje en tren o en avión, etc. En todos estos casos, además de otros factores (económico, rapidez, etc.) estamos valorando la mayor o menor seguridad.

La seguridad, por otra parte, es una realidad pero también es una sensación personal; así, podemos calcular la posibilidad de que me atraquen en una calle solitaria y por la noche, o que tenga un accidente de coche si vamos a más de 250 kms./h.; pero también es algo subjetivo, que va depender de la personalidad del sujeto: así podemos comprobar que existen individuos que tienen miedo a arriesgar en la bolsa o de estar solo en casa, por poner sólo algunos ejemplos.

tomar riesgosAsí, pues, la sensación de seguridad no es lo mismo que la realidad de la seguridad. La primera depende de la personalidad del sujeto (existen individuos más o menos arriesgados, más o menos seguros, más o menos confiados en sí mismos), pero la segunda depende más de la situación concreta y objetivable. Es decir, existen situaciones que por definición son inseguras: el diagnóstico de una enfermedad mortal, un hecho traumático como una violación, etc. Aquí hablamos de esta situación subjetiva de seguridad o no, que es la parte psicológica del fenómeno y que constituye el contrapunto del riesgo.

‘Dogmas’ sobre el riesgo




El crecimiento psicológico de la persona no se puede representar por una línea recta ascendente, sino por una línea quebrada, donde el punto de inflexión debe ser el trampolín para subir un nuevo escalón. No obstante, en este proceso psicológico podemos describir algunos ‘dogmas’ establecidos en nuestra cultura que no favorecen el crecimiento, sino más bien contribuyen al estancamiento o la paralización. He aquí algunos de esos ‘dogmas’:

# 1.- “Mas vale pájaro en mano que ciento volando”. Este dicho popular pone de manifiesto cómo la mayoría de las personas buscan la seguridad de lo concreto y lo conseguido, sin ver que también el riesgo les puede llevar a tener más cultura, dinero, amigos, etc. Hay diversos estudios que ponen de manifiesto este ‘dogma’: por ejemplo, si proponemos a un grupo de personas que ganarán de forma segura 500 € si hacen una acción o bien que tendrán la posibilidad del 50% de ganar 1.000 € si hacen otra, está comprobado que la mayoría elegirá la primera opción. Esta experiencia se puede aplicar a la decisión de elegir un trabajo menos retribuido, pero más seguro. Hoy damos más importancia a un trabajo permanente en una empresa fuerte, si es del Estado mejor que mejor, que el hecho de ganar más pero con menos seguridad de permanencia.

# 2.- “Posición optimista”. Tendemos a pensar que a nosotros no nos va a pasar lo mismo que al vecino, al panadero de la esquina o a nuestro amigo íntimo, por poner algunos ejemplos. Por esto, podemos seguir fumando dos cajetillas de tabaco todos los días, pues el cáncer de pulmón no nos afectara, o ir a 250 Kms./h. pues los accidentes de coches les ocurren a los demás… Pero la cruda realidad es otra: el cáncer de pulmón es más frecuente entre los fumadores y está comprobado que a mayor velocidad mayor riesgo de accidentes mortales.

# 3.- “Sarna con gusto no pica”. Existe la convicción de que la conducta que produce placer no puede ser negativa y por lo tanto no es nociva para el sujeto: así el heroinómano o el alcohólico, por la situación de “bienestar” que esas conductas le producen, tienden a minimizar sus riesgos.

# 4.- Somos más sensibles con los riesgos de nuestros seres queridos: hijos, esposo/a, padre/madre, etc. Ejemplo tipo es el caso del padre o de la madre que no se vacunan contra la gripe, pero no permiten que no lo hagan los hijos; o los padres que no permiten a sus hijos fumar pero ellos fuman, etc.

Personalidad y riesgo

El factor subjetivo del riesgo, que hemos señalado antes, está en relación con la personalidad del sujeto. Por este motivo, respecto al “valor riesgo” podemos clasificar a las personas de la siguiente forma:

# 1.- Personalidad dependiente

→ “Lo que tú digas”

Son los sujetos que están tan pegados al padre, la madre o pareja, que nunca sienten el vértigo del riesgo, ya que los otros siempre deciden por ellos. En una situación extrema, la dependencia puede llevar al anquilosamiento de la persona y a actuar siempre en función del otro. Son personas, quizás, que tienen tanto miedo a equivocarse a no acertar, que delegan en los demás, pues solamente el pensar que se pueden equivocar les produce temor y angustia.

# 2.- Personalidad pasiva

→ “No sé qué hacer”

No depende, pero tampoco avanza ni retrocede. Son personas que nunca se equivocan, pues prefieren no tomar riesgos y nunca deciden, pero tampoco sienten la felicidad del acierto. Es como si hubieran renunciado a la ‘sal’ de la vida: decidir para poder avanzar o sentir el fracaso para poder levantase y seguir.

# 3.- Personalidad arriesgada

→ “Me la juego”

Es el ejemplo de la “huida hacia delante” de algunos inversores en bolsa que les encanta tomar riesgos con mucha frecuencia e invierten más de lo que tienen. Esto también puede ocurrir a otros niveles: escoger un trabajo para el que no estamos preparados, casarnos con una persona sin convencimiento de éxito, etc. Es pues el contrapunto de las anteriores: tiene la posibilidad de grandes fracasos, pero también de grandes éxitos. No calculan los riesgos y están en continuo movimiento: pueden cambiar en varias ocasiones de trabajo, e incluso de parejas. Es como si en el continuo cambio pudieran encontrar el equilibrio, aunque la realidad es que nunca se encuentran satisfechos y necesitan el cambio y el riesgo por el riesgo.

# 4.- Personalidad equilibrada

→ “Lo pienso detenidamente y tomo una decisión”

Es aquella persona que decide si es preciso dar un paso hacia delante o hacia atrás. Reflexiona y actúa. Arriesga dentro de un orden, pues conoce sus posibilidades y también sus limitaciones en todos los aspectos: psicológicos, sociales y económicos.

El riesgo como catalizador del crecimiento personal




Tomar riesgos, dentro de un orden, puede ayudar a ir progresando en el trabajo, en la convivencia o en la misma posición social y económica. El riesgo, pues, es como un catalizador.

El catalizador, en una reacción química, es la sustancia que puede acelerar o retrasar el proceso. En este sentido, se puede decir que la vivencia de riesgo, por si misma, implica una posibilidad de crecimiento para el individuo, siempre que sepa convertir ese riesgo en un nuevo escalón de ascenso hacia la propia felicidad del sujeto.

ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra. Profesor en Centro de Humanización de la Salud. Exprofesor de Psicopatología en la Facultad de Psicología de la Universidad de Comillas

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