La depresión es un fenómeno complejo que no es atribuible a una sola causa. Su origen se encuentra en una constelación de factores con más o menos peso específico. Este artículo se va a centrar en la estructura familiar como catalizadora, para bien o para mal, del desarrollo psicológico del sujeto. Simplificando, se puede decir que hay tres tipos de familias que pueden favorecer la aparición de la depresión:
# 1.- La familia perfeccionista
Por desgracia, éste es uno de los tipos de familias que se da con más frecuencia en la cultura occidental.
Antonio pertenece a una de estas familias perfeccionistas. Desde pequeño ha sido educado para ser el más estudioso, el más inteligente, el mejor deportista. El mensaje que ha recibido con insistencia es éste: “Debes ser perfecto para ser alguien en la vida”.
En este ambiente familiar, no importa el individuo ni los medios que haya que emplear si se consigue ser el primero
Antonio fue un niño modelo, un adolescente modelo y un adulto modelo. Parecía como “si nunca hubiera roto un plato”, decían sus compañeros.
Ahora, con treinta años y tras el abandono de su mujer, que le ha dejado por otro hombre, y la pérdida del trabajo, todo su andamiaje psicológico se ha venido abajo: está sumido en una depresión.
Estos tipos de estructuras familiares quieren modelar al ‘niño pluscuamperfecto’, en el que no tiene cabida ni el error, ni la deficiencia, ni el fallo. El listón está tan alto que precisa de un sobreesfuerzo continuo para superarlo.
Al no alcanzar esas expectativas tan inalcanzables, se produce la depresión. El fallo, pues, no está en el individuo, sino en las metas propuestas.
# 2.- La familia descalificadora
El “no sirves”, “no vales”, “tu primo saca mejores notas que tú”, etc. es el leit motiv de estos tipos de familias.
Es otro camino para que se vayan generando posibles estructuras depresivas. La desvalorización y la descalificación forman como una segunda naturaleza en el niño.
En definitiva, el niño siente que no merece ser amado, porque “no vale nada”, y por consiguiente, tampoco se siente apto para amar. Nadie puede dar lo que no tiene: si alguien no siente amor por sí mismo, tampoco puede dar amor a otra persona.
Las heridas emocionales de la infancia acarrean sus secuelas. Todo esto conlleva una distorsión de la vivencia de sí mismo y del mundo: lo que le rodea no le calma su ‘sed de felicidad’, y él mismo se siente ‘seco’ para abastecerse. El mensaje que ha interiorizado es el siguiente: “Cuando mis padres me tratan así, es que no valgo para nada”.
La consecuencia de este tipo de convivencia puede ser doble: adultos inseguros y adultos con gran dificultad en sus relaciones interpersonales.
El niño que no se ha sentido querido, valorado, apreciado, llega a la conclusión de no sirve para nada. Se siente desvalorizado. Lo verbaliza en expresiones como “soy un inútil”, “todo lo hago mal” u otras similares.
Y la vivencia de la desvalorización va de la mano de otro gran sentimiento: la culpa. Ambos sentimientos se autoalimentan en un círculo vicioso que desemboca en la depresión.
# 3.- La familia violenta
En los tipos de familias violentas, de forma paradójica, el vínculo se mantiene a través de la violencia psíquica o física. Son familias que solamente saben discutir, insultarse, incluso llegar a las manos como forma de autoafirmación y dominio.
Se instaura un clima de ataque y defensa, de manera que, cuando la agresividad no va hacia afuera, se dirige hacia dentro, transformándose en depresión.
En este sentido, la depresión es una autoagresión.
ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra. Profesor en Centro de Humanización de la Salud. Exprofesor de Psicopatología en la Facultad de Psicología de la Universidad de Comillas
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¿Y qué hay de esas familias conservadoras y que actúan como clanes? Me refiero a las que también aumentan el círculo familiar agregando a la familia de la pareja de alguno de los hijos. ¿Y qué hay de esas otras familias en las que los padres son enfermizamente sobreprotectores, sobre todo con el hijo menor? ¿Y qué se puede decir si estas clases de familias, encima, entran también en la categoría de perfeccionistas por como presionan a los hijos para que destaquen y sean lo más exitosos posible?
Estoy con una depresión por culpa de mi pasado. De mis recuerdos. De un amor con el que estuve 11 años y ahora, por circunstancias de la vida y del maldito Facebook, he vuelto a recordar. Me arrepiento de muchas cosas que hice, errores que cometí en su día. Viví un aborto con esta persona porque éramos muy jóvenes y así quiso él. No sé a quién pedir ayuda.
Yo estoy casada desde hace ya 10 años y tengo tres hijos, pero no me consuela nada pensar en esto.
Me arrepiento y mucho. Yo le quise mucho, pero también le fallé. Porque yo veía a otras personas cuando estábamos juntos.
No sé qué hacer. La tristeza me invade.
María, solo te podemos sugerir algo que sí puedes hacer: vivir el presente. Es lo único que tenemos. El pasado pasó, y ya no está. Y el futuro no sabemos lo que nos deparará. Vive ese presente tuyo, con tus tres maravillosos hijos. Nada ganas recreándote en un pasado lejano ya.
Tengo un hijo de 19 años, no tiene amigos, no trabaja y se la pasa encerrado en su cuarto. Su alivio es la comida y no le gusta hablar con nadie. Me lo han mandado con psicólogo pero, como es mayor de edad, no quiere ir y yo no lo puedo obligar. Siempre esta callado. Es muy difícil para mí.