El Síndrome de Peter Pan se caracteriza por el comportamiento infantil de aquellos adultos afectados, los cuales, a pesar de su edad, continúan actuando como niños y se sienten incapaces de asumir las responsabilidades propias de las personas adultas.
Este síndrome fue aceptado en la psicología popular desde la publicación de un libro en los años 80 por el psicólogo norteamericano Dan Kiley titulado El síndrome de Peter Pan, la persona que nunca crece.
Las personas que tienen el síndrome de Peter Pan se niegan a interpretar un rol adulto, poseen una marcada inmadurez emocional, una fuerte inseguridad y un gran temor a no ser queridos o aceptados. Por miedo al rechazo, optan por anclarse en una eterna juventud que, aunque no sea física, sí que les garantiza la comodidad psicológica para afrontar el día a día sin complicarse la vida, es decir, como una especie de constante Carpe Diem.
Síntomas del síndrome de Peter Pan
No es una cuestión de edad, se pueden tener 40, 50, 60 años y padecer el complejo de Peter Pan. Y se puede tener una personalidad Peter Pan siendo hombre o mujer, si bien es cierto que afecta en mayor medida a los varones.
Por lo general, quienes sufren este síndrome no son conscientes de su trastorno ni de la coraza invisible que han construido a su alrededor. Van dejando pasar los años hasta que un día surge un suceso en sus vidas que les obliga a plantearse lo inadecuado de su comportamiento y del rol que desempeñan. Es entonces cuando descubren que no saben enfrentarse con el mundo real como los adultos que son, cuando se sienten vacíos e irrealizados. Esta sensación de fracaso personal repercute directamente en su autoestima.
Las personas afectadas por el síndrome de Peter Pan se caracterizan por ser:
#1.- Irresponsables y de comportamiento impulsivo
Es decir, actúan como niños. Por eso, no se paran a pensar antes de actuar ni se responsabilizan de sus actos, sino que pretenden que los otros lo hagan por ellos. Además culpan a los demás por lo que no les va bien.
#2.- Sufren alteraciones emocionales
Las personas afectadas por el trastorno de Peter Pan es frecuente que sufran importantes alteraciones emocionales como, por ejemplo, crisis de ansiedad, de tristeza, de angustia que pueda derivar en depresión.
#3.- Afectivamente inmaduras
Son incapaces de diferencia entre haber crecido y ser adultos. Idealizan la juventud, para negar la madurez.
#4.- No piensan en el futuro
Las personas con síndrome de Peter Pan viven con expectativas a corto plazo, disfrutando de placeres efímeros, sin pensar más allá de unas semanas. Aunque generalmente se muestran insatisfechas con lo que les rodea, no hacen nada para cambiarlo, sino que desean tenerlo todo sin que les suponga ningún esfuerzo conseguirlo.
#5.- Inseguras
Suele tratarse de personas muy inseguras, aunque a simple vista muestren un carácter arrogante. Detrás de esa apariencia altiva, se esconden personas con baja autoestima a las que les cuesta abrirse sentimentalmente debido a su miedo a entregarse a los demás y no recibir muestras ajenas de cariño.
#6.- Narcisistas, egoístas y egocéntricas
Sienten una gran necesidad de atención por parte de quienes les rodean. Como se creen merecedoras de recibir la atención y el apoyo de los demás, las personalidades Peter Pan se comportan como niños que lo quieren todo y ya mismo. Son narcisistas y egocéntricas. Están tan centradas en sí mismas, que no se preocupan de los problemas de los demás.
Además, trasladan a las personas cercanas sus responsabilidades, infravalorándolas y haciéndolas sentir responsables de sus problemas.
#7.- Coléricas y con baja tolerancia a la frustración
Quienes están afectados por el síndrome de Peter Pan no son capaces de tomar iniciativas para afrontar sus problemas. Este rasgo se acentúa cuando se les contradice o se emite una opinión que no les gusta. Su reacción en estos casos suele ser el equivalente a una pataleta infantil.
Por otro lado, al igual que un niño, exigen que sus deseos sean cumplidos de manera inmediata. Se sienten superiores en belleza, intelecto o talento a los demás, por lo que consideran que las personas que los rodean deben satisfacer sus demandas.
#8.- Baja autoestima
El síndrome de Peter Pan oculta una baja autoestima, acompañada en ocasiones de sentimientos de culpa, tristeza, depresión o ansiedad. Además, las personalidades Peter Pan tienen un marcado miedo a la soledad y son reacios a la autocrítica.
#9.- Se evaden de la realidad
Estas personas se esconden de la realidad detrás de excusas o mentiras con el fin de que no pueda verse su incapacidad para crecer. Al igual que lo haría un niño, hablan de fantásticos proyectos, negocios asombrosos o amores como de película.
Estas fantasías, que resultan imposibles de cumplir, les permiten evadirse de sus responsabilidades y poder culpabilizar a los demás de las cosas negativas que les suceden.
También el alcohol o las drogas puedan convertirse para ellos en una forma de evasión de la realidad.
En la actualidad, las personalidades Peter Pan encuentran «terreno abonado» donde refugiarse en las realidades virtuales o en las redes sociales. Allí se sienten menos expuestos a la hora de mostrar sus ideas.
La infancia como origen del síndrome de Peter Pan
Es en los primeros años de nuestra vida cuando aprendemos a formarnos como personas y a manejar sentimientos de la mano de nuestra familia, la cual está sujeta a sus propias circunstancias económicas, sociales o incluso afectivas. De este modo, desde la niñez se comienza a formar la personalidad adulta en función del desarrollo físico y psíquico.
Si durante la infancia se producen problemas afectivos, es probable, que al llegar a la edad adulta, se produzcan dificultades en el control de los sentimientos o en la aceptación de las emociones, lo cual nos producirá tanto miedo como desconcierto. Es decir, que aquella persona que no se ha sentido amada en su niñez o valorada adecuadamente y, por tanto, no ha recibido amor, ahora en su madurez no sabe darlo.
Vamos a ver unos ejemplos de síndrome de Peter Pan en función del tipo de infancia vivida:
#1.- Infancia marcada por exceso de responsabilidad
Se produce cuando al niño se le asignan tareas propias de los adultos o se le evita que desarrolle actividades propias de su edad.
Por ejemplo, niños que se ven forzados a trabajar desde edades demasiado tempranas o que deben hacerse cargo del cuidado de sus hermanos o algún familiar con problemas de salud. Eso hará que en la edad adulta trate de recuperar la infancia perdida.
#2.- Infancia marcada por carencias afectivas
Se produce cuando existe una falta de atención por parte de los padres. El niño se siente solo o frustrado, lo cual se traducirá en una inadecuada forja de su carácter y en dificultades para desarrollar su personalidad adulta.
#3.- Infancia sobreprotegida
Se produce cuando los padres evitan que sus hijos afronten de manera natural los problemas que aparecen en el día a día. Esta interferencia en el crecimiento natural del niño puede llevarlo a permanecer en una infancia constante que se niega a superar.
A veces el niño sobreprotegido será un adulto inmaduro, pero no un Peter Pan. Es decir, se sentirá «el rey de la casa» allí donde vaya, pero, como se ha sentido querido, no tiene un déficit afectivo ni problemas de autoestima.
#4.- Infancia marcada por la inseguridad
Se produce cuando el hogar se desmorona ante ellos o los padres no se imponen, sino que ceden con facilidad frente a las demandas de sus hijos, que se convierten en niños caprichosos y mandones. Los padres los malacostumbran a rápidas recompensas para ganarse el afecto de los hijos.
Es probable que los adultos que crecen en esas circunstancias tengan dificultades para adquirir su propia personalidad y sufran serios problemas de relación debido a su dificultad para asumir responsabilidades.
#5.- Infancia marcada por un alto nivel de exigencia
Se produce cuando un niño no se siente a la altura de las expectativas. Es decir, se creen menos guapos o listos que sus hermanos o se auto-comparan con un modelo a seguir como puede ser el padre o el tío. Eso hace que el niño desarrolle su personalidad adulta con serios problemas de autoestima.
Michael Jackson, el eterno Peter Pan
El cantante Michael Jackson es probablemente un buen ejemplo de persona con el síndrome de Peter Pan. Michael se crió en un ambiente muy autoritario, sometido a los violentos castigos de su padre. Ya desde los cinco años trabajaba en el mundo de la música, por lo que no disfrutó de una infancia normal. Se podría decir que, en cierto modo, a Michael y a sus hermanos el negocio ideado por su padre y ejecutado por la industria discográfica les ‘robó’ la infancia. Dotado de un gran talento, ya en su adolescencia mostraba rasgos de inmadurez, narcisismo y dependencia junto con una obsesión por las películas de Walt Disney.
Michael Jackson también se identificó con Peter Pan. De hecho, a finales de los ochenta, compró una propiedad a la que llamó Neverland (El País de Nunca Jamás) y allí construyó un parque de atracciones inspirado en Disneylandia. Fueron muchas personas las que describieron a Michael como «un niño en el cuerpo de un hombre».
Formas de relacionarse de las personalidades Peter Pan
#1.- Relaciones laborales
Son personas dotadas de una gran creatividad, una arrolladora personalidad, imaginación e ingenio así que, en este sentido, suelen ser buenos profesionales.
Además, las personas afectadas por el síndrome de Peter Pan se esfuerzan por despertar la admiración y el reconocimiento de la gente que los rodean, al igual que los niños buscan ser el centro de atención.
Sin embargo, ellos mismos boicotean sus logros, ya que se sienten insatisfechos. A menudo, dejan trabajos y proyectos sin terminar como un niño que enseguida pierde interés por lo que le rodea o se cansa de sus juguetes.
#2.- Relaciones sentimentales
Los afectados por el síndrome de Peter Pan se resisten a crecer. No quieren asumir compromisos. Se muestran incapaces de cuidar y proteger a nadie. Están acostumbrados a gastarse el dinero en sus caprichos en vez de otras cosas más necesarias para un hogar.
Como son personas con una gran necesidad de afecto, suelen depender emocionalmente de sus parejas. Además, su resistencia a adquirir responsabilidades suele derivar en serios conflictos, lo cual terminará en una ruptura.
Todo Peter Pan suele atraer a su lado a una Wendy, es decir, una pareja complaciente y tolerante ante la inmadurez de su pareja y que asume con resignación todas las responsabilidades por el otro como si de una madre se tratase.
#3.- Relaciones sociales
Socialmente, las personas con el complejo de Peter Pan pueden ser líderes, dada su capacidad para divertirse y su magnetismo. En la intimidad, sin embargo, despliegan su parte exigente, intolerante y desconfiada.
Las personalidades Peter Pan presentan un deseo intenso de ser cuidados y protegidos, por lo que necesitan a su lado a otra persona que satisfaga constantemente sus necesidades. Es por esa necesidad interesada y superficial por la que no cultivan relaciones amistosas o afectivas sólidas.
La sociedad actual influye para formar personalidades de este tipo. Por un lado, los medios de comunicación, que rinden tributo a una cultura de la juventud. Por otro, el mercado laboral, que exige un modelo de joven bello y exitoso que somete a demasiada presión.
Además, la estructura social entorpece el proceso de maduración, alargando el período dedicado a los estudios o hasta que se encuentra un empleo estable. Esos retrasos sociales impiden a muchos jóvenes alcanzar su propia independencia o asumir ciertas responsabilidades.
Superar el síndrome de Peter Pan
El primer paso es reconocer que existe un problema de madurez y que sólo nosotros somos los únicos responsables de nuestros actos.
Tras eso, es aconsejable acudir a un profesional de la psicoterapia para que nos ayude a identificar aquello que nos genera inseguridad o miedo respecto a la vida adulta. Debemos recordar que, detrás de cada Peter Pan, se esconden una serie de carencias afectivas.
Estos profesionales ayudarán al paciente a asumir su responsabilidad sobre sus propias emociones, aumentando su tolerancia a la frustración e incrementando su nivel de autoestima de forma progresiva. Se trabajará en aprender una serie de estrategias para:
- Manejar los pensamientos y la forma de interpretación de la realidad, sobre todo, en lo concerniente a nosotros mismos. Para evitar creernos «víctimas de la situación» o recrearnos en la sensación de malestar, es necesario entrenarse en la gestión del sentimiento de frustración.
- Aprender a preocuparse por las necesidades de las personas de nuestro entorno y no solo por las propias.
- Identificar las ventajas de la vida adulta tales como una mayor libertad económica, contar con nuestro propio espacio, poder tomar decisiones o rodearnos de aquella gente que queremos en nuestra vida. Esas son algunas de las ventajas de vivir de forma adulta y responsable y sin pensar tanto en la niñez, que ya no está.
- Pensar que madurar no significa perder el niño que llevamos dentro, ya que eso nos convertiría en personas demasiado rígidas. Debemos trabajar para conseguir un equilibrio entre ambas dimensiones de nuestra persona.
- Mejorar y desarrollar nuestra autoestima.
- Tomar iniciativas para cambiar las situaciones difíciles que se nos presentan.
- Mejorar nuestra comunicación y asertividad.
- Hacer una lista con retos realistas y alcanzables que nos ayuden a avanzar de manera paulatina.
NOELIA BALLESTEROS PÉREZ
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Muy interesante. Me gustaría saber sobre bipolaridad. Gracias.
Estimada, Ángeles, le agradecemos su interés. Respondiendo a su consulta, le recomendamos este artículo sobre cómo convivir con la bipolaridad: https://www.cuidatusaludemocional.com/persona-bipolar.html