Resiliencia es una palabra que proviene del latín resilire, que significa «recuperar o rebotar». Es un concepto utilizado en las ciencias físicas para describir «la capacidad que tiene un material para recobrar la forma original, después de someterse a una presión deformadora».
En los años setenta, del siglo pasado, fue utilizado en sociología para describir a las personas que pese a haber sufrido graves problemas económicos eran capaces de recuperar una estabilidad psicológica, que les permitía afrontar la situación crítica de una forma sana y creadora.
Fue en los años ochenta y noventa cuando el concepto se retomó por la psicología para definir la aptitud de las personas que, tras haber sufrido graves acontecimientos traumáticos (malos tratos en la infancia, pérdidas de los padres, situaciones familiares claramente disfuncionales), eran capaces de mantener un equilibrio mental que les proporcionaba paz y tranquilidad.
Así, pues, con esta palabra queremos señalar a todos los individuos que tras la adversidad son capaces de recuperar su bienestar para proseguir con una vida productiva; en definitiva, que han sabido crecer en la crisis (Vanistendael S. 2000).
Juan es una persona de setenta años. Acude a la consulta de psiquiatría, porque el médico de Atención Primaria le ha dicho que tenía ‘depresión’. Durante la entrevista se muestra de buen talante e incluso con una pizca de humor. Vive con su esposa diagnosticada de Alzheimer y una hija con el Síndrome de Down. De su boca no sale ni una queja, ni un reproche a la vida. Incluso se permite ironizar cuando relata que todos los días juega una partida de parchís con su mujer y su hija: «Normalmente gano», apostilla. Juan es una persona resiliente.
De aquí podemos concluir que la capacidad resiliente del ser humano, tiene dos aspectos:
1.- La resistencia de la persona a la destrucción. No abandonarse a la derrota.
2.- La capacidad para reconstruir sobre circunstancias adversas (Manciaux M. et al. 2001).
Es lo que en el ámbito coloquial queremos decir con algunos de los siguientes dichos populares: «hacer de tripas corazón», o «sacar fuerza de flaquezas» o «no hay mal que por bien no venga». Todos ellos lo que están indicando es que la persona tiene un aspecto positivo, que la hace acreedora para superar todas las dificultades que se produzcan en su existencia. Desde luego que es una visión optimista de las posibilidades del ser humano y que se centra más en «lo que tiene», que en «lo que le falta».
En este sentido, la resiliencia supone un giro copernicano en la concepción del enfermar. El modelo médico tradicional se centra más en la carencia, en la discapacidad, en el síntoma; mientras que el modelo resiliente se preocupa más por las capacidades y potencialidades del sujeto, intentando poner énfasis en los propios recursos (psicológicos, sociales, etc.) del individuo y no en sus defectos. En esta segunda perspectiva se prima a la prevención más que la intervención cuando surge el conflicto. De aquí se deduce la importancia de la propia biografía de cada persona, pues es donde se ha ido construyendo su característica resiliente.
Qué no es la resiliencia
La resiliencia no la podemos confundir ni con una resistencia total y absoluta al daño, ni mucho menos supone una aptitud para evitar toda situación conflictiva, ni tampoco es una cualidad inalterable del individuo. Es una capacidad de toda persona, que puede desarrollarse o no, y por lo tanto es susceptible de modificación, tanto en el sentido de fortalecerse como el llegar al debilitamiento total.
Adaptarse para mantener nuestra salud mental
Por último, para definir qué es la resiliencia se me viene a la memoria una muy conocida sentencia de Darwin: «La especie que sobrevive no es la más fuerte ni la más inteligente, sino la más adaptable al cambio». Parafraseando a este autor, podemos concluir diciendo: toda persona en crisis, podrá crecer psicológicamente, siempre y cuando sea capaz de adaptarse, de forma saludable, a la nueva situación. Es decir, lo importante de la crisis no es su naturaleza, sino cómo cada sujeto responda a ella, y esto estará en consonancia con su capacidad de resiliencia, y con el tipo de vínculos establecidos con las personas más cercanas. De esta manera podremos crecer en la crisis.
ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra. Profesor en Centro de Humanización de la Salud. Exprofesor de Psicopatología en la Facultad de Psicología de la Universidad de Comillas
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Adaptarse no es lo mismo que resignarse. La adaptación tiene más que ver con la aceptación. Determinados acontecimientos de la vida (la muerte de un ser querido, el cierre la empresa en la que trabajabas, una enfermedad crónica…) no dependen de uno. Solo queda aceptarlos y adaptarse a las nuevas circunstancias. Porque, aunque no quieras, la situación no tiene remedio. Luego hay situaciones que si dependen de uno mismo, al menos en parte, y tienen remedio. En este caso, sí que hay actuar. Por supuesto que no se debe asumir un maltrato en una empresa o en casa. Por tanto, no debemos resignarnos ante estos hechos. Pero también en estas situaciones conviene actuar de la forma más inteligente y adecuada posible. Por ejemplo, si el maltratador es una persona muy violenta y fuerte, la mejor opción no será pelearse con él directamente. Seguramente es más adecuado llamar a la policía. Lo mismo puede suceder en una empresa con un jefe acosador. Seguramente lo mejor no es enfrentarse directamente con él porque podría despedirnos. Pudiera ser, por ejemplo, una mejor opción que sus actos quedaran grabados y fueran conocidos por sus superiores… (quizás incluso de manera anónima). En cualquier caso, sin entrar en las circunstancias concretas, hay que saber discernir lo que depende de uno y lo que no. Y en lo que depende, habrá que actuar con inteligencia y adaptándose a las circunstancias.
Pues qué quieres que te diga, hay cosas a las que un ser humano no debería adaptarse a cualquier precio como, por ejemplo, un maltrato laboral por parte de los empleados y permitido por los jefes o de un maltrato en casa.
Lo inaceptable puede superarse de una sola vez o con el tiempo. Allí entra en juego otra vez la resiliencia personal: adaptarte y saber sobrevivir a la adversidad mientras sales de ella o mientras la superas.
Muy bueno.
Me define a la perfección. ¡Gracias! Excelente artículo.
Soy una persona resiliente.
Muy interesante. Es como la palabra recidiva en medicina. Conozco personas resilientes.
Excelente artículo sobre la resiliencia.