Un trastorno psicosomático es aquella perturbación psicológica que, a consecuencia de intensas emociones negativas, fuerte estrés, ansiedad, depresión, etc., termina por causar un efecto físico claramente objetivable en el organismo. Las enfermedades psicosomáticas ponen manifiesto la estrecha relación que existe entre cuerpo y mente. De hecho, de igual manera que las enfermedades físicas afectan nuestro estado de ánimo y nos causan miedo o preocupación, los trastornos psicológicos nos acarrean síntomas físicos y nos causan dolor, molestias e incluso enfermedades físicas. Esta mutua influencia es la que estudia la medicina psicosomática.
Reacciones psicosomáticas
Acabo de ver en la televisión las imágenes del accidente de un tren en Europa donde han fallecido varios niños, mujeres y hombres. Siento dolor e impotencia. Se me ha puesto «la carne de gallina» cuando he oído las palabras (sentidas palabras) de la madre de un niño muerto en el brutal accidente. Mi cuerpo y mi mente rechazan esta desgracia y lo manifiestan a través de los sentimientos (sufrimiento e impotencia), de la reacción fisiológica («la carne de gallina») e incluso puedo llegar a sentir alguna molestia física en mi cuerpo, es lo que se llama dolor psicosomático.
Es uno de los miles de ejemplos que podríamos aducir para mostrar la interacción entre mente y cuerpo. Nuestra experiencia cotidiana está repleta de estas vivencias. Pero también es cierto lo contrario: el cuerpo influye en los estados anímicos. Así, una simple gastritis puede producir irritabilidad o ansiedad; o después de una operación quirúrgica puede aparecer una enfermedad depresiva. Es decir, lo psicológico influye en lo corporal, y viceversa. En estas páginas nos detendremos, fundamentalmente, en esa primera dirección causal.
Cuerpo-mente
Cuerpo y mente están en interrelación constante. Van desde el polo de la armonía hasta el de la disonancia más evidente. Pero esta sincronía no es sinónimo de falta de altibajos, sino que más bien se manifiesta por la ausencia de signos psíquicos o corporales que inclinen la balanza hacia un lado u otro. En la armonía, la mente y el cuerpo pasan desapercibidos, para tomar protagonismo la persona como unidad total.
De la misma manera que podemos decir que en la naturaleza existe equilibrio, pese a las distintas estaciones tan dispares como son la primavera, el verano, el otoño y el invierno, así también en el ser humano la armonía cuerpo-mente está coloreada por matices más o menos densos, pero que no rompen la estructura de base. La concordia, pues, no es sinónimo de uniformidad, sino que supone una perfecta sincronía entre las partes de un todo.
Cuerpo y mente están en armonía cuando una parte no influye tanto en la otra que produzca dolor, angustia o tristeza.
Todos podríamos relatar alguna experiencia que pusiera de manifiesto esta estrecha influencia mutua entre la mente y el cuerpo. Personalmente, recuerdo la primera vez que contemplé el mar. Era una tarde de verano, y una dulce brisa acariciaba mi rostro. Sentí paz, tranquilidad. Parecía como si no tuviera cuerpo o, mejor, como si mi cuerpo formara parte de aquella tarde malagueña. Mi mente, mi cuerpo y la naturaleza, por unos instantes, se hallaban en perfecta relación. Allí nada desentonaba. Parecía que todo (la arena, el agua, los gritos de los niños, el barco en lontananza, etc.) configuraba un conjunto en sintonía. Mi cuerpo, mi mente y la naturaleza estaban en la misma onda.
Pero, desgraciadamente, también existen otros ejemplos que ponen de manifiesto la discrepancia entre lo psíquico y lo corporal. Son esos momentos en los que uno «siente» de forma clara la mente o el cuerpo.
Dolor psicosomático: ¿me duele de verdad o me estoy sugestionando?
En este artículo solo me ocuparé de tres niveles de interrelación mente-cuerpo (reacciones fisiológicas de las emociones, trastornos funcionales y trastornos psicosomáticos). En otros artículos, abordaré los grandes cuadros psiquiátricos que tienen como escenario el cuerpo: la hipocondría, la histeria y la anorexia.
Nuestra vida está plagada de situaciones que pueden ilustrar esa relación cuerpo-mente. ¿Quién no ha sentido las palpitaciones ante la comprobación de los resultados de un examen; o no ha experimentado sequedad de boca ante una entrevista importante; o no ha tenido diarrea los días previos al comienzo de un nuevo trabajo; o no se le han llenado los ojos de lágrimas (de emoción) ante el acontecimiento del nacimiento de un hijo; o no ha sentido la voz temblorosa del amigo que le anunciaba la muerte de un ser querido; o no ha tenido la sensación de que las piernas le iban a fallar cuando se examinaba para obtener el carnet de conducir…?
En estas circunstancias, y en muchas más, la emoción y el sentimiento (positivo o negativo) cristalizan en taquicardia, sequedad de boca, diarrea, lágrimas, tartamudez, etc. En ninguno de estos casos existe enfermedad (en el sentido tradicional de la palabra). Son reacciones fisiológicas como respuesta a una vivencia psicológica. Aquí el cuerpo es como una caja de resonancia de los sentimientos más profundos.
Trastornos funcionales
Manoli es una mujer de 33 años que trabaja de ama de casa. Tiene dos hijos de ocho y diez años. Desde su primer embarazo, dejó su trabajo como administrativa en una empresa. La han diagnosticado «colon irritable». Dice encontrarse sin ilusión y sin motivaciones. «Me siento presionada por mi familia y no valorada», afirma.
Manoli es uno de los miles de ejemplos de enfermos con una patología funcional. Es decir, presentan un cuadro médico (por ejemplo, colon irritable, afonías, lipotimias, etc.) producido por un estrés psicosocial, pero sin lesión objetivable por las pruebas convencionales de medicina.
Se podría afirmar que en estos casos «el cuerpo se queja» del malestar de la mente. Pero, además, el síntoma orgánico es como una ‘válvula de seguridad’ que permite que la situación psíquica no explote. Manoli nos confirma: «Cada vez que me siento presionada, comienzo con mis molestias intestinales». Su «colon irritable» es el signo de que su psiquismo está al borde de la quiebra. Es su ‘punto débil’, pero también el indicador de que tiene que tomar medidas para no verse desbordada.
El trastorno psicosomático propiamente dicho
Es el tercer grado ‘patológico’ de la relación mente-cuerpo. Constituye uno de los ejemplos de las auténticas enfermedades psicosomáticas, en las que aparecen lesiones somáticas diagnosticadas por los métodos convencionales. El infarto de miocardio, la úlcera gastroduodenal, las alteraciones hipertensivas de origen emocional, etc. son algunas de las enfermedades más significativas que pueden tener como soporte y origen una situación o vivencia psíquica.
Entendemos por trastorno psicosomático aquel en el que se observa una enfermedad física claramente objetivable, con una patología o una fisiología conocidas, y en la que se aprecian evidentes influencias (ya sea en su inicio, en su curso, en una posible recidiva, etc.) de tipo psicológico (Belloch et al.,1995; Jame y Talarn, 2000).
Cómo la mente afecta al cuerpo
El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV) establece que los factores psicológicos pueden afectar adversamente a una condición médica (enfermedad somática) a través de alguna de las siguientes vías:
- a) Alterando el curso de una enfermedad (exacerbación o retraso en la recuperación de la condición médica general).
- b) Interfiriendo con el tratamiento de la condición médica general (por ejemplo; reduciendo la adherencia al tratamiento médico).
- c) Constituyendo un factor de riesgo adicional para la salud del individuo (por ejemplo, conducta bulímica en un paciente con diabetes asociada a exceso de peso).
- d) Precipitando o exacerbando los síntomas de una condición médica general a través de respuestas fisiológicas asociadas al estrés.
Asimismo, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales establece los siguientes seis tipos de factores psicológicos que pueden influir mediante alguna de las direcciones señaladas arriba:
- 1.- Trastornos mentales: por ejemplo, la depresión mayor afecta adversamente al pronóstico del infarto de miocardio.
- 2.- Síntomas psicológicos: por ejemplo, los síntomas de ansiedad afectan negativamente al curso y severidad del asma.
- 3.- Rasgos de personalidad: por ejemplo, el rasgo de hostilidad puede ser un factor de riesgo para la cardiopatía isquémica.
- 4.- Conductas desadaptativas relacionadas con la salud: comportamientos nocivos para la salud, tales como el consumo de sustancias, el sedentarismo, el comer en exceso, etc.
- 5.- Respuestas fisiológicas asociadas al estrés: por ejemplo, exacerbación de una úlcera relacionada con el estrés.
- 6.- Otros factores no especificados, como, por ejemplo, factores demográficos, culturales o interpersonales.
En sentido amplio, todas las enfermedades se pueden considerar psicosomáticas; en sentido estricto, solamente pueden considerarse enfermedades psicosomáticas aquellas sobre las que se ha demostrado de forma más consistente la implicación de factores y procesos psicológicos.
El paciente psicosomático
Ángel acude a la consulta como a regañadientes. Viene acompañado por su actual pareja. Se muestra muy reticente a las preguntas del entrevistador: «La verdad es que no sé por qué estoy aquí; mi actual pareja se ha empeñado, y ha sido ella la que ha pedido hora», dice. Tras los primeros minutos, un tanto tensos, manifiesta que lo que le ocurre es que el estómago le da mucho la lata: «Tengo un negocio de persianas, y mi estómago es como un termómetro: cuando el negocio va mal, el dolor de estómago es insoportable». A Ángel, que es un ejemplo bastante claro de paciente psicosomático, le ocurrió lo mismo hace dos años, cuando se separó de su anterior pareja: «Lo pasé muy mal, y fue entonces cuando comencé con las molestias de estómago, hasta que me diagnosticaron que tenía una úlcera».
Ángel es una persona «callada, un poco introvertida»», según sus propias palabras. Su actual pareja informa que no cuenta nada y que se ‘traga’ todos los problemas. Durante la entrevista manifiesta que, desde hace unos meses, le cuesta mucho ir a trabajar y que de buena gana se quedaría todo el día en la cama. Además refiere que ha comenzado a dormir muy mal. Tras un tratamiento antidepresivo y la asistencia a un grupo de psicoterapia, Ángel aprendió a exteriorizar su malestar y a poder expresar verbalmente todos los sentimientos negativos que en ocasiones lo invadían. Consiguientemente, la úlcera mejoró.
Claves para conseguir la armonía cuerpo-mente
# 1.- Dosificar los esfuerzos
Es un error pretender dar vacaciones solamente al cuerpo y una vez al año. Debemos aprender a dosificar nuestros esfuerzos, tanto mentales como físicos, y procurar «períodos vacacionales» integrales cada día y cada semana. Los atracones son malos, aunque sean de caviar.
# 2.- Practicar actividades relajantes
El descanso del cuerpo y de la mente no sólo se consigue tumbándose en la playa panza arriba; también podemos lograrlo paseando por el campo, charlando con un amigo o leyendo un tebeo de Mortadelo y Filemón. En este punto, cada cual debe conocerse y aplicar las estrategias más adecuadas para que cuerpo y mente se sientan en armonía.
# 3.- No reprimir los sentimientos
Lo que es evidente es que, a medida que somos capaces de expresar (con nuestras palabras o nuestros actos) nuestros sentimientos de rabia, angustia, incomprensión, etc., tanto menos necesario es que la mente comunique su malestar al cuerpo mediante un algún dolor psicosomático.
# 4.- Desarrollar una actitud positiva
En muchas ocasiones (es el caso de Manoli), la enfermedad orgánica emite un mensaje de desamparo y de falta de comprensión de los más próximos. En definitiva, existe «algo» que no encaja con la pareja, con los hijos y, sobre todo, con uno mismo. Aquí el tratamiento médico será conveniente para la dolencia, pero también un «cambio» de actitud ante uno mismo y ante lo que le rodea, para ‘curar’ el colon irritable o cualquier otra enfermedad funcional o trastorno psicosomático.
# 5.- Aprender a decir que no
La desarmonía entre cuerpo y mente (que da lugar al síntoma orgánico) puede entenderse como la expresión de la lucha entre lo que «se es» y lo que «se debería ser». Decimos con el cuerpo lo que no nos atrevemos a decir con las palabras: «Estoy harto», «estoy cansado», «no puedo más», etc. De nuevo, es preciso señalar la necesidad de asumir nuestros límites e ir aprendiendo a decir «no» cuando lo creamos conveniente y a manifestar con las palabras un sentimiento, para no obligar al cuerpo a decirlo por nosotros a través del síntoma. Así evitaremos padecer un trastorno psicosomático.
ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra. Profesor en Centro de Humanización de la Salud. Exprofesor de Psicopatología en la Facultad de Psicología de la Universidad de Comillas
También te puede interesar:
- Cómo tratar a una persona hipocondríaca
- Cómo convivir con una persona anoréxica
- ¿Qué es la salud emocional?
- Cómo ayudar a tu hijo a tener una buena salud emocional
- Cómo reducir la ansiedad con 10 medidas prácticas y eficaces
Si te ha resultado interesante este artículo, sé generoso, enlázalo o compártelo, y ayuda a otras personas 😉
Deja un comentario