La historia está llena de grandes criminales, seres frustrados y personas desgraciadas de tanto que los querían su papá o su mamá. Porque hay cariños que matan y una manera de destrozar el futuro de un niño es o no quererle o quererle mal.
Nuestros padres y abuelos no tuvieron una vida fácil. O sufrieron durante la guerra o se vieron obligados a apretarse el cinturón en la posguerra, o bien crearse a pulso un futuro en una España de escasez y de racionamiento. Pero ese ambiente les curtió; incluso la lucha política por las libertades y, paradójicamente, la falta misma de libertad les hizo crecerse como personas. Sus padres y abuelos no disponían de recursos para remilgos, sobre todo si tenían varios hijos, como era frecuente en la sociedad de aquella época.
Hoy Manolito tiene de todo: juguetes, golosinas, televisión, videoconsola, zapatillas de marca y hasta teléfono móvil. Hoy Manolito sabe que, como papá y mamá trabajan mucho para pagar el piso, el coche nuevo y el apartamento de la playa, apenas gozan de tiempo para verle. Por lo que, cuando llegan a casa agotados, quieren disfrutar de sus hijos y compensarles por el tiempo de convivencia que le roban. Por tanto: “¡Sí, sí, Manolito, lo que tu quieras!”. Que Manolito se sube al sofá, agarra la porcelana de la cómoda, le tira de los pelos a la asistenta… “Déjalo, papá, ¡es tan rico!”. Y mientras que a ambos cónyuges se les cae la baba no se dan cuenta que están alimentado la pequeña fiera que todos llevamos dentro, incluido Manolito, y que puede engendrar a un niño primero caprichoso, luego dictador y finalmente violento o desgraciado para toda la vida. Repito: hay cariños que matan por un mal entendimiento de lo que es educar y lo que es amar.
Quizás esta descripción es un poco simplista, aunque no irreal. Pero los gabinetes de psicólogos y psiquiatras, así como los despachos de educadores están acostumbrados a escuchar consultas con lágrimas en los ojos de padres y madres que ya no saben qué hacer con sus hijos. Por no hablar de otra de las consecuencias de este nuevo síndrome, cuando los niños llegan a convertirse en maltratadores de sus propios compañeros, si no incluso de sus profesores y hasta de sus padres. El extremo son los casos límite de muertes en escuelas causadas por un niño pertrechado con un arma, que han saltado a la primera plana de los noticiarios.
Evidentemente que en el origen del síndrome del niño emperador confluyen múltiples factores, que han dado lugar en los últimos años a varios estudios de campo, libros y reflexiones de toda índole, para profundizar en una situación que de alguna manera nos afecta a todos, seamos o no padres o educadores.
No hay que olvidar que una reacción radical y desmesurada puede provocar el efecto contrario. La solución nunca sería volver a un autoritarismo y una represión castigadora que castre la libertad. Saber educar en libertad es un difícil equilibrio. Quizás por eso se ha llamado a la educación “el arte de las artes”. Pero tampoco hay que romperse la cabeza y acumular toda una biblioteca de tratados o convertirse en un especialista. En todos los tiempos el ser humano siempre ha contado con un recurso que puede salvarle también en este campo, el sentido común, tan poco común hoy día. ¡Cuánto padres y abuelos, a veces sin preparación alguna, perdidos en pequeños pueblos han sabido servirse de ese sexto sentido!
El ruido de los medios de información, la acumulación de objetos, la molicie entontecedora de la sociedad del bienestar acaba por embotarnos. Y si nosotros no estamos despiertos, difícilmente podremos despertar a los demás, incluidos nuestros hijos.
Es una cadena que nos oprime, como canta Rabindranaz Tagore: “Esta cadena mía no me adorna con sus joyas más que para burlarse de mí. Cuando la tengo al cuello, me lastima; cuando quiero arrancármela, me ahoga. ¡Me agarra la garganta, me estrangula mi canción! ¡Si pudiese yo siquiera dártela en tus manos, Señor, qué libre me quedaría! ¡Quítemela tú, y átame con una guirnalda; que me da vergüenza llegar ante tus ojos, con esta cadena de joya al cuello!”
Cuando logremos nosotros arrancarnos esas cadenas de falsas joyas, quizás aprendamos a quitárselas a los demás, empezando por lo más precioso que tenemos y el mayor tesoro de una sociedad, que son los hijos.
PEDRO MIGUEL LAMET
Periodista y escritor
También te puede interesar:
- El niño emperador ¿nace o se hace?
- Cómo ayudar a tu hijo a tener una buena salud emocional
- Errores que debes evitar en la educación sexual de tus hijos
Si te ha resultado interesante este artículo, sé generoso, enlázalo o compártelo, y ayuda a padres y educadores a no consentir y mimar en exceso a los niños, porque hay cariños que matan 😉
Interesante artículo para pensar y revalorizar el sentido común, que también coadyuva a intentar ese dificultoso equilibrio de libertad-respeto que todos merecemos disfrutar en un contexto pleno de amor, no de dejar hacer por culpa , sino con la responsabilidad de educar futuros padres, ciudadanos, profesionales …… en que la libertad incluya la consideración por el Otro. Psic. Adriana Nilda Rossini – Buenos Aires, Argentina
Efectivamente, ni calvo ni con tres pelucas, por eso mismo se menciona que educar es un difícil equilibrio. No creo que la idea se eliminar todo bien material de la vida del niño que pueda mejorar su bienestar, ya que sería absurdo. La idea es que no se utilicen esta única forma para la atención y educación del niño, mientras tenga lo que quiere y esté distraído con tele, internet, juegos y móvil no hace falta la atención emocional, afectiva y lúdica de pasar tiempo físico con sus papas. Esto es algo que también experimentamos de adultos, es mucho más fácil tener cosas materiales para disfrutar con ellas, usarlas y que los demás las vean, sumidos en una sociedad capitalista que nos deja realmente dormidos ante las cosas importantes de la vida, por eso también es importante empezar a despertar nosotros mismos del atasco material que tenemos para poder inculcárselo a nuestros hijos.
Imagino que en tan poco espacio es imposible hablar de este tema con mas profundidad, sin embargo creo que puede dar lugar a confusión. Yo no creo que sea tanto quitarnos de las falsas joyas y sí dar a nuestros hijos nuestro tiempo. les tenemos que abandonar (sí, abandonar porque creo que así es como me sentiría yo en su lugar por muy bonito que sea el sitio), en guarderías ¡a los cuatro meses! o delegar su cuidado en terceros por lo menos ocho horas al día. No es que cuando yo llegue a casa esté cansada, es que ya ha transcurrido el tercio mas importante del día de mi hijo porque prácticamente el resto del día está dormido o con preparativos del día siguiente y traslados. No creo que negar cosas materiales así porque sí sea una base, se niegan cosas con una razón y esa razón hay que explicarla, puede tener una consola si nosotros controlamos cuánto y a qué juega. Puede tener zapatillas de marca si yo me lo puedo permitir, si no se tendrá que conformar con las que pueda comprar y esa será la razón "no puedo pagarte otra". Creo que este comentario también es bastante simplista, la educación es un mundo como para adulto y cada niño.