De modo muy simplificado, llamamos familia disfuncional a una familia que no cumple su función, es decir, es una familia que no puede cubrir algunas de las necesidades (materiales, educativas, afectivas, psicológicas) de sus miembros, en especial de los niños. Esta disfunción de la familia está relacionada con la existencia de conflictos que tienen su origen en una o en varias de estas causas combinadas: la inmadurez de los padres, su dependencia emocional, adicciones a sustancias como el alcohol y las drogas, abusos sexuales, malos tratos, enfermedades mentales no tratadas, actividades delictivas habituales de los progenitores y/o una educación excesivamente severa o demasiado laxa.
Es evidente que el haber crecido en una familia disfuncional va a afectar al desarrollo psicológico y emocional de una persona, pero la pregunta es si esta circunstancia va a condicionar de manera decisiva toda su vida.
Etapas de maduración psicológica
El desarrollo psicológico de una persona es un proceso en el que se han de superar varias etapas. Erikson, eminente psicólogo, señaló que la vida transcurre entre ocho crisis o etapas (de 0 a 50 años) y de cómo el sujeto elabore esas situaciones crecerá psicológicamente o no.
Los primeros años de vida (de 0 a 6 años) son decisivos en la formación de la personalidad. En este periodo el niño pasa por diferentes crisis: confianza-desconfianza, autonomía-vergüenza, iniciativa-culpa. Según Erikson, cada una de las crisis depende entre sí, de tal manera que la buena salida de una de ellas posibilita la siguiente. Por tanto, nuestro progreso en cada etapa está determinado, en buena parte, por el éxito o fracaso de las etapas precedentes.
Desde esta perspectiva, la vida humana la podemos comparar con un hermoso rosal, en que cada flor (etapa) tiene un tiempo de maduración diferente, pero a su vez influenciada por la floración de la anterior y ella también determina el proceso de otra. Erikson afirma que, si pasamos bien de una etapa a otra, desarrollamos ciertas virtudes o fuerzas psicosociales; si no lo conseguimos, se producirá una mala adaptación y consiguientemente malestar psíquico.
El desarrollo del niño es multidimensional (cognitivo, afectivo, relacional, físico), progresivo (el último avance se apoya en el anterior), en interacción con el medio (familia, cultura, etc.) y además tenemos que tener en cuenta la carga genética con la que el sujeto nace. Somos lo que somos por la interacción de la herencia con el entorno.
La familia, catalizadora del desarrollo psicológico
La familia funciona como los vasos comunicantes: cualquier modificación en un punto repercute en el otro extremo, de forma más o menos manifiesta. Pero, además, el sistema familiar se organiza no solamente por «fuerzas conscientes», sino también por «fuerzas inconscientes» (vivencias que influyen en la vida cotidiana de cada persona, pero que no han salido a la luz del día; nos dirigen incluso a pesar nuestro). Y eso es así, porque la familia es un haz de tensiones (positivas y negativas) que tienden necesariamente al equilibrio, aunque para ello se deba sacrificar una parte de la misma realidad grupal.
Así, pues, la familia es como una gran masa de agua: podemos contemplar los objetos de la superficie (conflictos expresados), pero las corrientes subterráneas del fondo pasan inadvertidas (son esas energías inconscientes que constituyen la trama de la misma existencia individual o familiar).
En términos generales, podríamos afirmar que el entorno familiar puede facilitar o dificultar el desarrollo psicológico del niño. Lo que es evidente es que la familia nunca será un elemento insensible en la evolución del niño, sino que, como un catalizador en una reacción química, tiene el poder de acelerar o retardar el final del proceso. Lo favorecerá creando un encuadre acogedor y, al mismo tiempo, liberador de las posibles tensiones y conflictos internos del niño. Es preciso que el niño se sienta amado, aceptado y comprendido, no solo cuidado, por todos los miembros familiares, principalmente por los progenitores.
La familia es, por tanto, catalizadora del desarrollo psicológico de los hijos. Como las sustancias químicas que aceleran o retrasan las reacciones, la familia puede impulsar o frenar el desarrollo de una buena salud emocional en los hijos.
A este respecto, recuerdo que, en las clases de física y química del antiguo bachiller, mi querido profesor don Fernando nos explicaba el tema de los catalizadores poniendo como ejemplo el juego de Di Stéfano (el mejor jugador de fútbol de su época). «De él dependía -nos contaba nuestro profesor- que el equipo jugara mejor o peor; él repartía y distribuía el juego y facilitaba o entorpecía toda la labor del equipo». Hoy esta función estaría representada por jugadores como Xabi Alonso, Iniesta o Kroos, por poner solamente tres ejemplos cercanos.
El principio de mutualidad
También es bueno recordar aquí, el principio de mutualidad, descrito por el propio Erikson, que podemos enunciar así: no solamente los padres influyen en los hijos, sino que éstos influyen en los padres. Se lo podemos preguntar a cualquier pareja joven que haya tenido un hijo (han pasado de ser un dúo a ser un trío) y podremos constatar los cambios que se han producido en su sistema familiar: reorganización del tiempo de ocio, distribución de tareas, cambios a nivel relacional, afectivo, etc. Pero esto es otra historia que desarrollaremos en otra entrada del blog.
A pesar de todo lo dicho, debemos concluir que la familia no es determinante en el desarrollo del niño, sino que éste es el protagonista principal de su propia biografía. Es decir, a pesar de haber vivido en una familia disfuncional, el sujeto puede realizar un desarrollo adecuado, y también existen personas que han vivido en una familia funcional y su desarrollo ha sido anómalo.
Ejemplos de familia funcional y familia disfuncional
Juan tiene 30 años. Es el tercero de seis hermanos. Nació y se crió en una familia de clase media alta española. Relata que fue un niño feliz, sin grandes experiencias traumáticas y en un hogar que rezumaba cariño y seguridad. Nos dice: «No me faltó de nada. Tenía el amor de mis padres y de mis hermanos». Mi padre era médico y mi padre profesora de un instituto. Los problemas surgieron en la adolescencia. Comenzó a salir con chicos que hacían «pellas» y descubrió el mundo de los porros. Pasó de ser un niño obediente y aplicado a mostrar gran rebeldía e incluso, en ocasiones, conductas agresivas con sus hermanos. Cada vez se fue sintiendo más extraño en su medio familiar hasta que a los 18 años se marchó de casa con su novia. Ahora, después de varios empleos temporales y de estar un año en la cárcel por comerciar con la droga, acude a la consulta pues quiere organizar su vida y dejar el consumo de cocaína.
Como Juan existen muchos chicos que, a pesar de haber vivido en un medio familiar adecuado, en un momento de sus vidas toman el camino equivocado. ¿Quién falló? ¿La familia? ¿El sujeto? La respuesta es compleja y habrá que analizar cada caso. Pero una cosa es cierta: cada persona es la responsable última de su destino. En el caso de Juan, el resto de los hermanos tuvieron un desarrollo psicológico adecuado.
Otro ejemplo: María tiene 33 años. Casada y con un niña de dos años. Su infancia se desarrolló en una familia disfuncional: padre alcohólico, la madre sufrió las consecuencias de ser una mujer maltratada y estuvo en tratamiento psiquiátrico, por padecer una depresión, durante toda su vida. Sus recuerdos de infancia se mezclan con imágenes festivas en la escuela y escenas de terror cuando oía que el padre abría la puerta: las agresiones eran frecuentes y los insultos y las descalificaciones contínuas. Cuando tenía ocho años, los padres se separaron y, a los dos años, murió la madre por un cáncer de mama. María fue entonces recogida por la abuela materna. Actualmente María ha podido formar su propia familia y es cajera en unos grandes almacenes. María es una persona feliz y goza de una buena salud emocional.
María, como otras personas, a pesar de haber vivido en una familia disfuncional, ha sabido recuperarse y elaborar de forma adecuada su infancia traumática. Es decir, a pesar de tener una familia que actuaba como un catalizador negativo, gracias a su esfuerzo y con el apoyo, en este caso, de la abuela materna, ha conseguido tener un desarrollo psicológico normal. En terminología actual, podemos decir que María es una persona resiliente: ha sido capaz de ser feliz a pesar de su infancia traumática.
Lógicamente, ni Juan se llama Juan en la vida real ni María se llama María; pero se corresponden (con algunos pequeños detalles modificados) con dos casos verdaderos.
Es cierto que el ser humano nace tan frágil que sin la ayuda de los demás no podría sobrevivir. Pero también es cierto que, a nivel psicológico, toda persona es capaz de recuperarse incluso en las situaciones más adversas. Por esto decimos que la familia no es determinante en el desarrollo psicológico del niño, sino catalizadora de ese proceso.
De la misma manera que, aunque Kroos, Iniesta o Xabi Alonso jueguen mal, sus equipos, Real Madrid, Barcelona o Bayern de Munich, pueden ganar (y a la inversa); podemos concluir que el niño siempre es protagonista de su propia historia y, a pesar de vivir en una familia disfuncional, puede triunfar en la vida y ser feliz.
ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra. Profesor en Centro de Humanización de la Salud. Exprofesor de Psicopatología en la Facultad de Psicología de la Universidad de Comillas
Foto: Glenda Otero
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Muy interesante el artículo. A mi modo de ver, crecer en una familia disfuncional sí puede determinar tu presente y tu destino, pero solo si no abordas el problema a tiempo y no haces terapia. Si logras analizar tu pasado y superarlo, puedes llegar a rehacer tu vida. De todas maneras, no es fácil y es necesaria la terapia psicoanalítica.
Hola. Le diré que también viví en una familia muy conflictiva y yo no quería que con mi propia vida pasara, pero pasó. No sé si yo fallé o si mi pasado siempre vivió conmigo.
Hola. Yo tuve una niñez llena de situaciones traumáticas en una familia disfuncional. No recuerdo momentos alegres en mi infancia, solo peleas de mis padre con agresiones físicas. Crecí sin amor ni valores. Eso me causó inseguridad y falta de autoestima.
Pero nació mi hija cuando tenía 20 años y decidí superarme. Lo logré con esfuerzo y trabajo duro. Luego nació mi otro hijo. Todo marchaba muy bien.
Iba progresando hasta que, poco a poco, me volví adicto a la cocaína. Eso me empezó a destruir. He intentado de todo con psicólogos, psiquiatras, tratamientos, internamientos, pero no logro salir de esto. Creo que el maltrato emocional de mi familia continúa. El ambiente en el que vivo es depresivo. Hace mucho que quiero cambiar. He logrado dar algunos pasos, pero siento que, mientras no salga de este ambiente negativo, no podre mejorar. Ahora no tengo trabajo, estoy separado de mi esposa y no soy feliz así. Por favor, ayúdenme.
Hola, amigo Alonso. Yo viví una infancia llena de pleitos por parte de mis padres. Era callado y un poco tímido. Me casé, tengo dos hijos, que son buenos. Yo pertenezco a una organización mundial de los Testigos de Jehóva. El estudio de Biblia me ayuda a superar los traumas que viví. Totalmente no lo he vencido, pero me esfuerzo mediante las reuniones que tenemos. Tengo que ser sincero conmigo mismo y esforzarme por cambiar. No deseo que mis hijos sufran. Quiero que sean mejores que yo. Estoy convencido de que, cuando conozcas a nuestro padre celestial, hallarás la paz y el conocimiento de la verdad que lleva a vida eterna. Busca a los Testigos en tu ciudad. Ellos te ayudarán gustosamente.
Está bien que quieras salir del ambiente ese. Hazlo. Eres joven. Duele al principio, pero algo nuevo es mejor.
Hola desde México. Muy cierto: no te determina si fue o no funcional la familia, lo que nos determina es las ganas de salir adelante, el tener otro tipo de anhelos y la fuerza que pongas para ello. Mi caso es muy parecido al de María. Estoy en proceso de tener una vida diferente a la que tuve al principio de mi vida; y, de verdad, el perseverar en las metas y el aceptar correr riesgos es lo que me ha ayudado mucho.
Enhorabuena, María Antonia. Eres un ejemplo más de que la disfuncionalidad de la propia familia no determina de manera casi inexorable el futuro desarrollo de los hijos. Aunque sí que es cierto que puede influir bastante. Es decir, si tu familia fue disfuncional, te será más difícil equilibrarte a nivel emocional, pero eso no es nada que no se pueda lograr con ganas de salir adelante y, probablemente, con un trabajo de autoconocimiento y de desarrollo personal. Incluso, si es necesario, un buen coach o un profesional de la psicología nos puede venir muy bien para ayudarnos a encontrar nuestro equilibrio interior y potenciar nuestras fortalezas.
Excelente artículo. Mi caso es como el de "María" y, sin embargo, pude salir adelante, terminé mi carrera, tengo una familia. Gracias.
Te agradecemos tus palabras de afecto. Enhorabuena por todo lo que has logrado en tu vida.
Muy buena publicación.
Muchas gracias por tu reconocimiento 🙂 Nos alegra que te haya podido ser de utilidad.