La vida cotidiana está repleta de situaciones en las que tenemos que elegir una opción u otra. A menudo tomar una de estas decisiones pueden suponer, en mayor o menor medida, algún riesgo personal, económico o familiar. Desde la propia elección de pareja, pasando por cómo invertir nuestros ahorros, nuestras vidas son un carrusel de decisiones con posibilidades de éxito, pero también de fracaso.
Cuando tenemos que elegir algo importante, lo que planea sobre nosotros es el miedo a equivocarnos. Nos preocupa el caos que se puede producir después de elegir una u otra alternativa. Esto explicaría la angustia anterior a la decisión. Es como si quisiéramos atrapar el futuro, para así evitar el fracaso y asegurarnos el éxito. Pero la seguridad absoluta de acertar no existe, así que no nos queda más remedio que aprender a convivir con la posibilidad de equivocarnos en nuestras decisiones y aceptarlo.
Claves para mitigar el miedo ante cualquier elección
# 1.- El conocimiento de uno mismo
Debemos partir de nuestras propios posibilidades y límites para aceptar la posibilidad del error. Si pretendemos en todo momento conseguir la perfección, lo que se logra es una permanente insatisfacción, ya que no existe el cónyuge perfecto, ni el hijo pluscuamperfecto, ni el puesto de trabajo ideal. Somos finitos y limitados y todo lo que nos rodea puede «ser más»: bello, sincero, gratificante, etc. Habrá que luchar por conseguir la opción, que en ese momento, sea la más adecuada, aunque no cumpla con las características del ideal.
# 2.- Es mejor elegir que quedarse pasivo
Es preferible tomar alguna opción, aunque nos equivoquemos, que quedarse inmóvil y no decidir. Si decido elegir un camino me puedo equivocar, pero también estoy consiguiendo ‘puntos’ para encontrar la buena salida. Es cierto que el que no se decide nunca se equivoca, pero desgraciadamente nunca acierta. La pasividad ante el conflicto nunca es beneficiosa. Es más: es un sufrimiento inútil.
# 3.- Las precipitaciones no son buenas consejeras
El dicho «lo pensaré con la almohada» nos está indicado la necesidad de un plazo para decidir. Eso sí, no darse tiempo es una precipitación, pero dilatar la decisión puede dar lugar a «cerrar la herida» en falso, y a que la situación se cronifique.
Es lo que le ocurrió, según los historiadores, al filósofo Immanuel Kant: al parecer cuando tenía cincuenta años un vecino le ofreció en matrimonio a su bella hija. El filosofo le contestó: «Déjeme que lo piense». Reflexionó sobre las ventajas e inconvenientes del matrimonio, sobre la responsabilidad de los hijos, sobre la situación económica, etc. Cinco años más tarde dio por terminadas sus deliberaciones y se presentó en casa del vecino para pedir a la hija en matrimonio. El único problema fue que ésta se había casado y tenía dos hijos. Está claro que Kant pospuso en exceso su tiempo de reflexión.
# 4.- Pocas decisiones son absolutas y eternas
La muerte es la única experiencia humana irreversible, el resto de alternativas pueden ser modificadas a lo largo de la existencia. En muchas ocasiones, la angustia ante la necesidad de elegir una opción se produce porque se vive con tanta intensidad que parece el último acto que vamos a realizar en nuestra vida. La actitud adecuada ante el conflicto es convencernos de su temporalidad: aunque me cueste (dinero o energía) siempre puedo rectificar.
ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra. Profesor en Centro de Humanización de la Salud. Exprofesor de Psicopatología en la Facultad de Psicología de la Universidad de Comillas
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Hola me encuentro en esa postura últimamente sufro de ansiedad, con todos los síntomas que se puedan imaginar, hago meditación desde hace 8 meses, soy mujer y tengo 47 años..intento desgranar el problema. Y es un cúmulo de cosas, pero estalle esté verano con unos sobrinos adolescentes me sentía nerviosa, ocupada, e incomprendida, y entre en discusión con uno de ellos y mi hermana. Fue terrible se fueron, y desde entonces me quedé mal y con ansiedad. Luego ha ido variando no se si también entre en cambios menstruales. Intenté pedir perdón, y hay cierta relación, nunca me gustaron los disgustos, pero a mi nadie me pidió disculpas, y no es la primera vez q noto abuso de la familia..en fin, intento no medicarme pero me está afectando en el humor, o falta de él, tensión, miedo a cambios..estoy cansada. Y desearía volver a ser un poco la de antes. Es como si todos los días fuesen iguales y eternos, aburridos, cansados..y deseo un cambio, pero a la vez me produce más ansiedad