Una de cada tres llamadas al Teléfono de la Esperanza está motivada por la crisis económica. De las 99.825 llamadas atendidas el último año por los voluntarios de los 28 centros del Teléfono de la Esperanza en España, una tercera parte ha sido efectuada por personas que sufrían altos niveles de estrés, ansiedad, depresión y/o insomnio a consecuencia de estar en el paro, tener miedo a perder el empleo o padecer dificultades económicas. Asimismo, muchos de estos llamantes manifestaron que la relación con algunos miembros de su unidad familiar se había deteriorado de manera importante a causa de discusiones por problemas de dinero.
El desempleo causa estragos no solo a nivel económico, la pérdida del trabajo es demoledora también para la salud mental y física de las personas. El desempeño de un trabajo ha sido socialmente asumido como uno de los elementos más importantes de identidad, refuerzo y desarrollo personal, de modo que el paro involuntario de larga duración supone un duro golpe para la autoestima y la estabilidad emocional, incluso aunque los recursos económicos estén asegurados por un periodo de tiempo. La ansiedad desencadenada por la pérdida de un trabajo y las escasas perspectivas de encontrar otro a corto plazo desembocan con frecuencia en un profundo malestar psicológico, con el agravante de que muchas personas (más en el caso de los hombres que de las mujeres) no piden ayuda a su entorno por vergüenza o por orgullo. Por este motivo, algunos parados se van aislando de sus relaciones habituales hasta permanecer recluidos en sus casas.
Trastornos mentales como la depresión o la ansiedad tienen más del doble de incidencia entre los desempleados (se estima que puede afectar al 34% de este colectivo) que a las personas activas en el mundo laboral (un 16% de incidencia).
Cuanto más se prolonga la situación de desempleo, más intensa es la idea de inseguridad respecto al futuro que se percibe en la sociedad y menos desarrollados están los recursos y las habilidades sociales de los que dispone la persona; mayor es el riesgo de sufrir una crisis de ansiedad, presentar un cuadro depresivo, padecer insomnio o algún trastorno adaptativo.
Con mucha frecuencia, las personas que se encuentran sometidas a un fuerte estrés a consecuencia de las preocupaciones por la crisis económica presentan una alteración de la percepción de la realidad. Así, es frecuente que se vean dominadas tanto por la proyección catastrofista del futuro como por el recuerdo insistente en un pasado que, lógicamente, no se puede modificar. En general este último pensamiento suele ir de la mano del sentimiento de culpa relacionado con algunas decisiones que la persona tomó o no en el pasado (“Si hubiera cambiado de empresa cuando me ofrecieron aquello…”) Otras llamadas revelan que un torrente de temores paralizantes han pasado a controlar el pensamiento del llamante (“Y si no vuelvo a encontrar trabajo nunca más, ¿qué va a ser de mi vida con los 50 años que tengo?”) No es de extrañar que, con este conjunto de ideas dando vueltas sin descanso en la cabeza de la persona afectada por la crisis, ésta llegue al agotamiento y sea víctima del llamado “efecto embudo” que perjudica el afrontamiento realista de los problemas.
Por otra parte, los estados emocionales muy negativos e intensos perjudican de manera considerable la salud física de las personas. Así, por ejemplo, cuando un postinfartado padece una depresión, las posibilidades de sufrir otro ataque al corazón se duplican.
Por todas estas enfermedades mentales y físicas que está causando la crisis económica y con motivo del Día de la Escucha, que se celebra el 15 de noviembre, el Teléfono de la Esperanza ha elegido este año el lema “Si nos ayudamos, ¡PODEMOS!” para hacer una llamada de atención a los ciudadanos para que seamos conscientes de que muchas personas de nuestro entorno se sienten muy solas, aisladas, con una gran necesidad de ser escuchadas. Entre éstas, cabe señalar especialmente a todas las personas que son víctimas de las consecuencias de la crisis financiera y económica.
Además, el Teléfono de la Esperanza quiere hacer hincapié en los recursos que todos tenemos para superarnos en tiempos difíciles y en las técnicas terapéuticas que pueden ayudarnos a salir adelante. Y que para recibir ayuda, hay que pedir ayuda.
Por otra parte, el Día de la Escucha tiene también como objetivo sensibilizar a la sociedad sobre los efectos beneficiosos para todos que tiene la promoción de una “cultura de la escucha”, indisolublemente ligada a la cultura del respeto al otro y al que piensa distinto, porque sólo a través de la escucha profunda y respetuosa es posible establecer y mantener relaciones positivas y constructivas.
FERNANDO ALBERCA VICENTE
Orientador y periodista
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Estoy encuadrado en este artículo, y me veo reflejado. Terminas cogiendo lo que surge, incluso cuando la precariedad o tipo de trabajo es terrible, pero lo aceptas al ser considerado en modo amable y, bueno, no hay otra cosa.
Y el suicidio es esa sombra que se te antoja, que no deseas pensar en ello, pero deseas liberarte. Que terrible decisión, y que deseable es la muerte. ¿Qué queda de nosotros cuando hayamos muerto?
Ohalá surja algo que nos evite tanto temor, pero no existe, y son muchos los que están así.
Queda encomendado, que se le va a hacer…