Pocas veces se ha hablado más del amor y pocas veces está más devaluado el amor. Reclamo publicitario, razón última de la felicidad tan deseada del hombre de hoy, sueño inalcanzable, el amor sigue siendo el argumento más importante de la literatura, del cine, de las series de televisión, de las revistas que más venden y de las conversaciones de oficina y de peluquería que más importan. Pero, ¿cuánto dura el amor?
El amor siempre fue el argumento de más interés, quizás porque el amor es motivación y motor de la vida. Pero ahora se da de forma especialmente paradójica. Nunca se apeteció más alcanzar la felicidad a través de la pareja y nunca se produjeron tantos y tan frecuentes fracasos amorosos. Es como si la sociedad contemporánea hubiera llegado a una firme conclusión: «Sí, el amor es bello, ¡pero no dura!» Automáticamente detrás del anuncio que nos envía mensajes subconscientes de felicidad y connotan a un automóvil o una bebida de resonancias eróticas y de canto a la vida en pareja, conocemos el divorcio de la vecina, la separación del amigo o el repetido cambio de amores de famosas y famosos.
Se puede achacar a la provisionalidad de un mundo instantáneo, donde el amor es como el zapping o el cliqueo en internet, donde todo es de «usar y tirar» y los cambios se instalan rápidamente. Se atribuye a la caída de valores y al deterioro de las creencias tradicionales que, como la religión, robustecían nuestra afectividad. Se dice que es la consecuencia del estallido de la libertad y la liberación de la mujer. Otros dicen que es la loca vida de hoy.
Hay mil teorías. Pero vale la pena profundizar sobre cuánto dura el amor en estas primeras décadas del siglo XXI.
Con motivo de la celebración, en San Valentín, del día de los enamorados, se me ocurre compartir, para la reflexión de cada uno, varias conclusiones personales: que el amor es algo más que un sentimiento y no puede ser confundido con el enamoramiento.
Que el erotismo y el amor suelen embarcarse juntos, pero que al final, mar adentro, sólo queda el segundo.
Que el problema de la duración del amor está hoy muy condicionado por la inmadurez psicológica y a los fútiles arquetipos que nos venden los medios de comunicación.
Que el amor no es compatible con el miedo, y éste hoy campa por sus respetos por culpa de una falsa estrategia de los deseos.
Que todo el amor está dentro de nosotros y no depende necesariamente de que tengamos pareja, ya que solos o acompañados, somos poseedores de la fuente de la felicidad, aunque no nos demos cuenta.
Y que, como siempre, lo más grande se esconde detrás de lo pequeño.
En cualquier caso, no pretendo dar lecciones a nadie, sino repartir lo que tengo, por si a alguien puede ayudar.
PEDRO MIGUEL LAMET
Periodista y escritor
Foto: Edman PL
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