El desarrollo psicológico de una persona es un proceso en el que se han de superar varias etapas. Erikson, eminente psicólogo, señaló que la vida transcurre entre ocho crisis o etapas (de 0 a 50 años) y de cómo el sujeto elabore esas situaciones crecerá psicológicamente o no. Los primeros años de vida (de 0 a 6 años) son decisivos en la formación de la personalidad. En este periodo el niño pasa por diferentes crisis: confianza-desconfianza, autonomía-vergüenza, iniciativa-culpa. Según Erikson, cada una de las crisis depende entre sí, de tal manera que la buena salida de una de ellas posibilita la siguiente. Por tanto, nuestro progreso en cada etapa está determinado, en buena parte, por el éxito o fracaso de las etapas precedentes.
Desde esta perspectiva, la vida humana la podemos comparar con un hermoso rosal, en que cada flor (etapa) tiene un tiempo de maduración diferente, pero a su vez influenciada por la floración de la anterior y ella también determina el proceso de otra. Erikson afirma que, si pasamos bien de una etapa a otra, desarrollamos ciertas virtudes o fuerzas psicosociales; si no lo conseguimos, se producirá una mala adaptación y consiguientemente malestar psíquico.
El desarrollo del niño es multidimensional (cognitivo, afectivo, relacional, físico), progresivo (el último avance se apoya en el anterior), en interacción con el medio (familia, cultura, etc.) y además tenemos que tener en cuenta la carga genética con la que el sujeto nace. Somos lo que somos por la interacción de la herencia con el entorno.
La familia, catalizadora del desarrollo psicológico
La familia funciona como los vasos comunicantes: cualquier modificación en un punto repercute en el otro extremo, de forma más o menos manifiesta. Pero, además, el sistema familiar se organiza no solamente por «fuerzas conscientes», sino también por «fuerzas inconscientes» (vivencias que influyen en la vida cotidiana de cada persona, pero que no han salido a la luz del día; nos dirigen incluso a pesar nuestro). Y eso es así, porque la familia es un haz de tensiones (positivas y negativas) que tienden necesariamente al equilibrio, aunque para ello se deba sacrificar una parte de la misma realidad grupal.
Así, pues, la familia es como una gran masa de agua: podemos contemplar los objetos de la superficie (conflictos expresados), pero las corrientes subterráneas del fondo pasan inadvertidas (son esas energías inconscientes que constituyen la trama de la misma existencia individual o familiar).
En términos generales, podríamos afirmar que el entorno familiar puede facilitar o dificultar el desarrollo psicológico del niño. Lo que es evidente es que la familia nunca será un elemento insensible en la evolución del niño, sino que, como un catalizador en una reacción química, tiene el poder de acelerar o retardar el final del proceso. Lo favorecerá creando un encuadre acogedor y, al mismo tiempo, liberador de las posibles tensiones y conflictos internos del niño. Es preciso que el niño se sienta amado, aceptado y comprendido, no solo cuidado, por todos los miembros familiares, principalmente por los progenitores.
La familia es, por tanto, catalizadora del desarrollo psicológico de los hijos. Como las sustancias químicas que aceleran o retrasan las reacciones, la familia puede impulsar o frenar el desarrollo de una buena salud emocional en los hijos.
A este respecto, recuerdo que, en las clases de física y química del antiguo bachiller, mi querido profesor D. Fernando nos explicaba el tema de los catalizadores poniendo como ejemplo el juego de Di Stéfano (el mejor jugador de fútbol de su época). «De él dependía -nos contaba nuestro profesor- que el equipo jugara mejor o peor; él repartía y distribuía el juego y facilitaba o entorpecía toda la labor del equipo». Hoy esta función estaría representada por jugadores como Xabi Alonso, Iniesta o Kroos, por poner solamente tres ejemplos cercanos.
El principio de mutualidad
También es bueno recordar aquí, el principio de mutualidad, descrito por el propio Erikson, que podemos enunciar así: no solamente los padres influyen en los hijos, sino que éstos influyen en los padres. Se lo podemos preguntar a cualquier pareja joven que haya tenido un hijo (han pasado de ser un dúo a ser un trío) y podremos constatar los cambios que se han producido en su sistema familiar: reorganización del tiempo de ocio, distribución de tareas, cambios a nivel relacional, afectivo, etc. Pero esto es otra historia que desarrollaremos en otra entrada del blog.
A pesar de todo lo dicho, debemos concluir que la familia no es determinante en el desarrollo del niño, sino que éste es el protagonista principal de su propia biografía. Es decir, a pesar de haber vivido en una “familia disfuncional” el sujeto puede realizar un desarrollo adecuado, y también existen personas que han vivido en una “familia funcional” y su desarrollo ha sido anómalo.
Dos ejemplos
Juan tiene 30 años. Es el tercero de seis hermanos. Nació y se crió en una familia de clase media alta española. Relata que fue un niño feliz, sin grandes experiencias traumáticas y en un hogar que rezumaba cariño y seguridad. Nos dice: “No me faltó de nada. Tenía el amor de mis padres y de mis hermanos”. Mi padre era médico y mi padre profesora de un instituto. Los problemas surgieron en la adolescencia. Comenzó a salir con chicos que hacían “pellas” y descubrió el mundo de los porros. Pasó de ser un niño obediente y aplicado a mostrar gran rebeldía e incluso, en ocasiones, conductas agresivas con sus hermanos. Cada vez se fue sintiendo más extraño en su medio familiar hasta que a los 18 años se marchó de casa con su novia. Ahora, después de varios empleos temporales y de estar un año en la cárcel por comerciar con la droga, acude a la consulta pues quiere organizar su vida y dejar el consumo de cocaína.
Como Juan existen muchos chicos que, a pesar de haber vivido en un medio familiar adecuado, en un momento de sus vidas toman el camino equivocado. ¿Quién falló? ¿La familia? ¿El sujeto? La respuesta es compleja y habrá que analizar cada caso. Pero una cosa es cierta: cada persona es la responsable última de su destino. En el caso de Juan, el resto de los hermanos tuvieron un desarrollo psicológico adecuado.
Otro ejemplo: María tiene 33 años. Casada y con un niña de dos años. Su infancia se desarrolló en una familia disfuncional: padre alcohólico, la madre sufrió las consecuencias de ser una mujer maltratada y estuvo en tratamiento psiquiátrico, por padecer una depresión, durante toda su vida. Sus recuerdos de infancia se mezclan con imágenes festivas en la escuela y escenas de terror cuando oía que el padre abría la puerta: las agresiones eran frecuentes y los insultos y las descalificaciones contínuas. Cuando tenía ocho años, los padres se separaron y, a los dos años, murió la madre por un cáncer de mama. María fue entonces recogida por la abuela materna. Actualmente María ha podido formar su propia familia y es cajera en unos grandes almacenes. María es una persona feliz y goza de una buena salud emocional.
María, como otras personas, a pesar de haber vivido en una familia disfuncional, ha sabido recuperarse y elaborar de forma adecuada su infancia traumática. Es decir, a pesar de tener una familia que actuaba como un catalizador negativo, gracias a su esfuerzo y con el apoyo, en este caso, de la abuela materna, ha conseguido tener un desarrollo psicológico normal. En terminología actual, podemos decir que María es una persona resiliente: ha sido capaz de ser feliz a pesar de su infancia traumática.
Lógicamente, ni Juan se llama Juan en la vida real ni María se llama María; pero se corresponden (con algunos pequeños detalles modificados) con dos casos verdaderos.
Es cierto que el ser humano nace tan frágil que sin la ayuda de los demás no podría sobrevivir. Pero también es cierto que, a nivel psicológico, toda persona es capaz de recuperarse incluso en las situaciones más adversas. Por esto decimos que la familia no es determinante en el desarrollo psicológico del niño, sino catalizadora de ese proceso.
De la misma manera que, aunque Kroos, Iniesta o Xabi Alonso jueguen mal, sus equipos, Real Madrid, Barcelona o Bayern de Munich, pueden ganar (y a la inversa); podemos concluir que el niño siempre es protagonista de su propia historia y, a pesar de vivir o no en una familia funcional, puede triunfar en la vida y ser feliz.
ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra y catedrático de Psicopatología
Foto: Glenda Otero
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Se puede rehacer alejándose de eso disfuncional que nos ha afectado toda la vida. Dejando esas vibras negativas diafuncional es con las que se fue criado. Aunque lo que conozco es una familia patologica, Padre alcohólico drogadicto, mama drogadicta y hermano muerto por problema con drogas. Que puede salir de ese entorno social familiar???
Buen articulo, creci en una familia disfuncional y no llego a afectarme psicologicamente hablando, hasta que me aisle socialmente, creo que Ana tiene razon, se puede rehacer partiendo de una vida mas sana.
ver tu padre golpeando tu madre, ser golpeado por mi madre hasta la adolescencia,haber pasado por molestias sexuales de parte de un tio preadolescente a los 6 años y creo que ha sido lo que mas realmente me peso mas mas que lo otro los recuerdos no son completos creo que mi mente para protegerme me lo ha puesto como pesadillas borrosas la cual prefiero no pensar mas, y tuve que aceptar que sucedio que no eran pesadillas solo ahi finalmente logre entender porque me tomaba tanto tiempo en sanar, no es facil para los que no tienen ninguna ayuda, toca buscar entender , a mi me tomado trabajo, creer en un poder que es mas grande y que existe , que no es castigador, que no juzga, que solo ama, convertirme al veganismo, practicar yoga, hacer deporte , ir al psicologo leer libros de autoayuda wayne dyer, Louise Hays,Eckart toole and mas, finalmente estoy lista para dejar fluir y dejar ir esto…..a mis 40 años sin pareja ni hijos ahelando claro aun con esperanza de tener una familia propia familia diferente amorosa la desee toda mi vida y la unica que podria lograrlo soy yo misma.
Muy buen aporte
Estoy totalmente de acuerdo con vos, Ana.
De acuerdo. Contigo Ana
Hay un mito social acerca que quien crece en un hogar disfuncional se transforma en una persona con conducta delictiva, de baja moral o termina siendo un enfermo mental. Desafortunadamente muchos psicologos creen en ese mito y esto dificulta muchos procesos terapeuticos. Creo que el hecho de crecer en una familia disfuncional antes lo convierte a uno en alguien muy maduro, empatico, valiente y seguro de si mismo. Todo se supera y se deja atras. Se rehace la vida de forma sana y es logico porque en esa familia "de locos", el mas afectado tiende a ser el mas sano, pues toma conciencia de todo lo que pasa en esa familia, lo comprende, lo acepta, lo deja fluir, se libera y sigue su vida. Alguien tan sano por supuesto es resiliente, desarrolla esto de su interior al conectarse con sus recursos.