Entre los trastornos psiquiátricos relacionados con la comida, sobresale uno: la anorexia. A las adolescentes anoréxicas se les ha descrito de varias maneras: “adoradoras de la delgadez”, “pacientes con fobia a la gordura” o como una manifestación patológica de un “deseo de seguir siendo niña”. La persona anoréxica parte de un culto al cuerpo y a la moda imperante en nuestra sociedad, e incluso quiere dar signos de fortaleza precisamente a través de la fragilidad del cuerpo.
La mayoría de las personas anoréxicas niega tener un trastorno alimentario porque sufre una distorsión de la percepción de su imagen corporal. Por tanto, uno de los mayores retos del tratamiento de la anorexia nerviosa consiste en ayudar a quien la padece a que sea consciente de su enfermedad.
Generalmente son chicas adolescentes con buen rendimiento académico, muy responsables y muy exigentes consigo mismas. La anorexia afecta en mucha mayor proporción a las chicas, probablemente porque la exigencia de belleza física en nuestra sociedad es más fuerte sobre las mujeres, si bien es cierto cada vez se diagnostican más casos de anorexia en chicos. La adolescente anoréxica tiene miedo a engordar, pues lo asemeja a algo feo, descalificador o poco femenino; le gusta la delgadez, pero no sabe poner el límite entre el peso saludable y el patológico.
Un ejemplo entre miles es el de Ana. Tiene 16 años, desde hace unos meses, sufre trastornos de la regla, y sus padres se quejan de su extraña conducta en relación con la comida: “No come casi nada, y en alguna ocasión ha llegado a provocarse el vómito cuando, a su juicio, ha comido demasiado; manifiesta conductas extrañas, como, por ejemplo, andar dos kilómetros para ir a por el periódico, cuando el quiosco más próximo a casa está a unos cincuenta metros; a veces ha llegado a esconder la comida por los armarios, para aparentar que se había comido todo. Es muy nerviosa y fuma sin parar”. En pocos meses ha perdido varios kilos de peso.
A veces, estas conductas alimentarias se justifican con razonamientos más o menos convincentes: temor a engordar, falta de apetito, trastornos digestivos, etc. Pero un análisis del fenómeno nos permite detectar siempre un rechazo del propio yo por parte del adolescente anoréxico y, en definitiva, un rechazo de la adultez. Por eso algún autor sostiene que en las personas anoréxicas subyace un “complejo de Peter Pan”. Estos adolescentes, ante la inseguridad que les supone el ser y actuar como adultos, intentan mantenerse en la “seguridad infantil”, y por eso se niegan a toda posibilidad de crecimiento, incluso en el aspecto físico.
Familia y anorexia
La estructura familiar anoréxica es compleja. Se ha ido gestando a lo largo de varias generaciones, constituyendo un fuerte entramado donde se han interiorizado diversos códigos de conducta (Stierlin y Weber, 1990): “Mejor dar que recibir”, “la abnegación dignifica a la persona”, “mis propios deseos e intenciones no son tan importantes como los de los demás”, “sólo me siento bien si los demás se sienten bien”, son algunas de las ideas asumidas en el seno de las familias de las adolescentes anoréxicas. Es decir, este tipo de familias se caracteriza por el autosacrificio, el autocontrol, la preocupación por los demás y el sentido de la justicia.
Es bastante común que en la anorexia nerviosa el paciente muestre una personalidad perfeccionista inducida por una educación desde la propia familia muy volcada hacia la consecución de metas.
Se eleva a norma suprema la cohesión familiar, dificultando la separación, la individualización y el derecho al error.
Como denominador común también podríamos encontrar pérdidas o separaciones muy tempranas.
Decálogo para convivir con una persona anoréxica
# 1.- La anorexia nerviosa es una enfermedad cuyo origen es sólo parcialmente conocido y cuya sintomatología inicial está centrada no en la anorexia, sino en el deseo irrefrenable de delgadez y la consiguiente resistencia a comer o a retener lo ingerido (Vallejo Ruiloba, 2002). Es una patología biopsicosocial. Por consiguiente, el tratamiento debe abarcar tanto los aspectos biológicos como los psicológicos y sociales. Es decir, resulta imprescindible un tratamiento farmacológico, así como un régimen dietético, sin olvidar los aspectos familiares, personales y sociales.
# 2.- Por su parte, Minuchin (1979) señala las siguientes características de la familia anoréxica que se deberían evitar:
- a) Entrelazamiento: límites difusos entre los miembros familiares y las distintas generaciones.
- b) Sobreprotección.
- c) Rigidez.
- d) Evitación del conflicto.
# 3.- Con respecto al sistema familiar, debemos posibilitar las diferencias de sus miembros: cada uno de ellos debe desempeñar el rol que tiene asignado. Así, la madre debe actuar como madre, y la hija como hija, y no a la inversa; el subsistema de hermanos también debería tener sus límites marcados.
# 4.- La sobreprotección con el paciente anoréxico (hipervigilancia, observación constante, supercuidado, etc.) producirá un déficit en el desarrollo normal y la autonomía de los hijos. Aquí, como siempre, una postura equidistante de preocupación, pero sin ‘ahogar’ al paciente, es la mejor receta.
# 5.- Los padres deberán ir acoplándose a la propia evolución de los hijos: se va pasando de una relación de gran desigualdad a una relación simétrica o entre iguales. Por ejemplo, el mantener con una chica de quince años la misma actitud que cuando tenía seis constituye un error en el manejo de las nuevas situaciones y refleja la incapacidad de los padres para irse amoldándose al desarrollo de la hija. Por eso habrá que tratar al paciente anoréxico en consonancia con su edad: niño, adolescente o adulto.
# 6.- Flexibilizar las reglas familiares, admitiendo que las normas están al servicio de la convivencia, y no al revés.
# 8.- Generalmente, la familia del enfermo anoréxico manifiesta una baja tolerancia al estrés, con lo que en ocasiones lo que hacen es utilizar el mecanismo de negación como forma de solucionar los conflictos, pero lo que consiguen es ocultar el problema, no resolverlo. Ayudar a estas familias a que pongan palabras a sus preocupaciones es una manera de facilitar la buena salida de los problemas.
# 9.- Facilitar un sano intercambio con el medio para que la familia del paciente anoréxico supere la dicotomía: lo nuestro es lo bueno; lo de fuera es lo malo. Es preciso educar para saber distinguir lo perjudicial o lo sano para el individuo, pero no absolutizando lo propio como lo bueno, y lo ajeno corno lo malo. La rigidez de pensamiento no favorece el desarrollo psicológico de los menores. El niño debe ir comprendiendo que, corno sujeto, puede tener aspectos positivos y también negativos, para que potencie los primeros e intente corregir los segundos.
# 10.- El tratamiento del paciente anoréxico se puede hacer de forma ambulatoria, siempre y cuando no exista riesgo para su vida y la familia colabore en las medidas terapéuticas que haya que tomar.
ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra y catedrático de Psicopatología
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