Generalmente la situación de desempleo se identifica con un estado temporal de inactividad involuntario, pero siempre está teñido de malestar y preocupación por el futuro. No obstante, este paréntesis en la actividad laboral puede ser motivo para replantearse la propia acción profesional, buscar otras opciones o fomentar la formación. Muchas veces, sin embargo, las consecuencias del desempleo son muy perjudiciales desde el punto de vista psicológico, ya que el parado suele vivirlo con gran ansiedad, acompañado de un sentimiento de inutilidad, de culpa y vergüenza y miedo al futuro, que refuerza un gran sentimiento de minusvalía. El parado llega a esta falsa conclusión: “la crisis no es la causante de mi situación de desempleo, sino que la razón última es que soy un inútil”.
Según algunos datos, quienes no tienen trabajo van al médico diez veces más que los que lo tienen. Más del 26% de desempleados tienen alguna crisis de ansiedad, frente al 14% de los que tienen empleo. En los desempleados podemos encontrar: insomnio, ansiedad, depresión, irritabilidad y, sobre todo, la pérdida de la autoestima.
Para José Buendía, autor del libro El impacto psicológico del desempleo, el parado se siente como si la sociedad lo rechazara y por esto se vuelve invisible (síndrome de la invisibilidad, lo llama) para la familia, amigos y no digamos para las empresas. El parado es como si no existiera. Es el apestado del siglo XXI.
Esta sensación de extrañeza consigo mismo e invisibilidad para los demás configura el síndrome del parado, que pasa por diferentes fases hasta llegar al “no sirvo para nada”, “todo se vuelve contra mí” o “a mi edad no voy a encontrar trabajo”. He aquí esas fases:
1ª Fase: Optimismo
El desempleado tras el ERE o el despido se encuentra confiado en encontrar trabajo, disfruta de su tiempo libre y no se angustia por el futuro. Como me decía un parado: “Al principio lo viví como unas vacaciones…” En otras ocasiones, se plantea como la oportunidad de hacer lo que hasta ese momento le era imposible: aprender inglés, pasear, leer, etc. Esta situación puede durar varios meses hasta que toma conciencia de la gran dificultad de encontrar trabajo.
2ª Fase: Aparecen las consecuencias psíquicas y físicas del desempleo
Como efectos negativos del desempleo, no es extraño que aparezcan alteraciones comportamentales y síntomas psicosomáticos: cefaleas, alteraciones del peso, mareos, vómitos, dolores inespecíficos, impotencia sexual, frigidez, etc. Otra consecuencias del desempleo muy negativas, que a veces acompañan a los síntomas físicos, son la pérdida de la autoestima, sentimiento de inseguridad y de culpa, todo ello relacionado con un sentimiento muy pesimista sobre sí mismo. El riesgo es resbalarse a la siguiente fase.
3ª Fase: La apatía
Nada motiva y se abandona incluso la higiene personal. Todo “se ve negro” y se puede llegar a la siguiente conclusión: “para qué hacer algo, si esto no tiene solución…” Es el peor momento que puede coincidir con la ausencia del apoyo familiar y de amigos.
El riesgo es que el parado se deje llevar hacia la desesperanza y entre en un cuadro depresivo incapacitante.
ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA
Psiquiatra. Profesor en Centro de Humanización de la Salud. Exprofesor de Psicopatología en la Facultad de Psicología de la Universidad de Comillas
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