Una buena parte de los jóvenes actuales no es capaz de identificar determinadas formas de violencia machista. A los jóvenes les resulta fácil detectar la agresión cuando es física, sin embargo, aceptan la violencia de dominio y control, que asocian con el amor y que es especialmente preocupante, ya que es la antesala de otras formas más graves de maltrato.
Esta tolerancia con los comportamientos sutiles de agresión, como las amenazas verbales, el control de los horarios, la fiscalización, los celos desmedidos o la desvalorización, se debe en su mayor parte al desconocimiento y la falta de experiencia.
En la mayoría de los casos, tanto el maltratador como el maltratado, provienen de familias disfuncionales, donde existían dificultades para tratar los problemas que afectan al núcleo familiar, en las que no se podían expresar abiertamente los miedos, los sentimientos, las emociones, adoptándose la alternativa de los gritos o el silencio para abordar los problemas, por lo que sus miembros no pudieron satisfacer sus necesidades emocionales de seguridad, pertenencia, amor, estima y valoración.
Estas carencias afectivas favorecen un sentimiento arraigado de “no ser suficiente”, y eso lleva a buscar una compensación, colocándose en sus relaciones, o bien por encima, imponiendo sus criterios y adoptando posturas dominantes, o por debajo, adoptando posturas pasivas y sumisas.
La violencia de género es la expresión más brutal de la desigualdad entre hombres y mujeres. Canciones como Sin ti no soy nada, películas como A tres metros sobre el cielo, en la que aparece el típico ‘chico malo’ al que ella, ‘princesa frágil y buena’, rescata gracias al amor, junto con otros mensajes, que permanentemente recibimos en los medios de comunicación, muestran el ideal del amor romántico, en el que hay que darlo todo.
Amor y tolerancia al dominio
El amor está idealizado y, a cambio de mantener esa idea, se incrementa la tolerancia a ser controlada. A esto se une que ‘el príncipe azul’ ya no es como en los cuentos, comprensivo y romántico, ahora se identifica con un chico fuerte y varonil, que resulta aún más atractivo, si exhibe comportamientos agresivos.
Por su parte, los medios también transmiten modelos sexistas, que no ayudan a promover la igualdad entre hombres y mujeres. La mujer está cosificada, es un objeto sexual y lo que se cosifica, se despersonaliza y por tanto puede ser poseído y maltratado.
Los hombres y las mujeres tienen motivaciones diferentes a la hora de controlar a su pareja. Los jóvenes reflejan más miedo a la pérdida de prestigio entre su grupo de pares, mientras que las mujeres muestran más miedo a que la pareja fracase o a un posible abandono.
Mientras que los varones son los que ejercen mayor violencia, las mujeres están más dispuestas a dejar de lado sus actividades y sus vínculos sobre todo cuando son novias.
El ciclo de la violencia del dominio
La violencia machista suele aparecer al poco tiempo de iniciar una relación, se manifiesta de forma sutil, a través de mecanismos de control, que, poco a poco, van creando las condiciones para asentar su dominio, lanzando redes para aislar a la víctima y debilitar el apoyo que pueda tener en las personas cercanas.
Susana, una joven de 15 años me contaba: “Me sentía muy sola, no le gustaban mis amigas y terminé por no verlas, tampoco podía saludar ni a mis compañeros de instituto, porque me acusaba de que tenía “algo” con ellos. Tenía muchos problemas con mis padres, porque no cumplía con sus horarios y es que, si le decía que me tenía que ir, se enfadaba y decía que ya era mayor para tener que hacer lo que ellos querían, entonces me quedaba y se le pasaba el enfado. Dejé de ponerme la ropa que me gusta, porque me decía que parecía una puta con la falda tan corta. Me sentía cada vez peor, no estaba contenta, pero pensaba que todo eso lo hacía porque me quería mucho y sus celos eran porque no quería perderme, eso le halagaba”.
Al principio de la relación la chica confunde que la pretendan dominar con el amor y no es consciente del peligro que corre al entrar en esta red que, en la mayoría de los casos, evolucionará hasta la agresión física, cuando ella no acceda a los deseos impuestos y de la que le costará mucho salir.
Consecuencias devastadoras del maltrato
El ciclo de la violencia es una espiral que va aumentando en intensidad a medida que se va repitiendo en el tiempo y termina por convertirse en un modelo de relación. Se establece una dinámica circular, existe un punto álgido que coincide con la explosión violenta, al que sigue la llamada “luna de miel”, la fase de los perdones, las lamentaciones y las promesas de que nunca más va a volver a repetirse.
Las consecuencias de este ciclo son devastadoras para la mujer víctima de maltrato. Al principio aparecen los sentimientos de desorientación y desconcierto respecto a la pareja que, en unos momentos se presenta ante ella como una persona violenta y agresiva y en otros amable y entregado. ¿Quién es la persona con la estoy? Se siente paralizada y confundida sin saber qué hacer, llegando a perder habilidades sociales y dejando olvidadas sus capacidades de respuesta. Los momentos de luna de miel la hacen creer que la relación puede funcionar y va modificando sus comportamientos para lograr que la tranquilidad y la calma sean más continuas, así que va dejando atrás comportamientos que piensa que son los que provocan el conflicto y cede continuamente ante su pareja.
Cuando la mujer siente que ya no puede más e intenta “escapar” poniendo fin a la relación, el maltratador despliega sus artes de seducción y promete que va a cambiar, en algunos casos hasta accede a someterse a una terapia, lo que le hace creíble a los ojos de la mujer, que le da otra oportunidad. Este ciclo es una de las principales causas de la dificultad de la mujer para salir de la situación de violencia en la que se encuentra. En su interior sabe que las cosas no cambiarán, pero hasta que no tome conciencia de ello, dará vueltas sin salida.
Las señales del maltrato: cómo consigue un maltratador dominar a su víctima
# 1.- Aislamiento
El aislamiento es fundamental para que el maltratador pueda ejercer sus conductas de dominio. Sin embargo, el aislamiento de la mujer no se produce generalmente a través de prohibiciones directas, sino mediante comportamientos que favorecen que sea ella misma la que se vaya alejando de sus relaciones, por el alto coste emocional que le supone mantenerlas. Los comportamientos que los maltratadoras suelen usar para conseguir sus propósitos son la crítica directa o indirecta de sus amistades, el provocar situaciones incómodas y el desprestigio de su víctima, acusándola de loca, rara o enferma.
# 2.- Celos
Los celos son un signo claro de inseguridad y otra manera de mantener el dominio. El propio miedo es proyectado sobre el otro, al que se hace responsable de la propia tranquilidad. Sin embargo, el celoso nunca se siente tranquilo y su demanda es cada vez más exigente y agresiva, porque acumula tensión como consecuencia del flujo permanente de pensamientos distorsionados, lo que termina traduciéndose en explosiones de agresividad psicológica y física. Los celos también se utilizan para aislar. Él no quiere que ella trabaje, ni que estudie, ni que salga, lo que termina consiguiendo. Muchas jóvenes, como es el caso de Susana, interpretan que los celos son necesarios para conservar una relación, porque son manifestaciones de amor.
# 3.- Control
El control se va ejerciendo de forma gradual, paulatina e indirecta, aunque una vez que se consolida, se ejerce de forma directa y tajante. La mujer va cediendo al principio en cosas sin demasiada importancia, como la ropa o el maquillaje, con tal de evitar problemas con su novio, luego, se va acostumbrando a ceder, hasta que es cada vez menos ella misma, hasta quedar anulada.
# 4.- Desvalorización
La desvalorización que el maltratador hace de su pareja respecto a sus opiniones, actuaciones y capacidades, son permanentes, suponiendo una grave merma para su autoestima. Los criticas son constantes, tanto de forma privada como pública.
Sin embargo, muchos jóvenes no identifican los insultos, reproches, amenazas y desprecios habituales como signo de maltrato.
# 5.- Chantaje emocional
Es una poderosa forma de manipulación en la que queda claro que nos castigarán si no cedemos a las exigencias que se nos plantean, bien sea a través de intimidar, juzgar, criticar, corregir, ignorar y negar afecto o de la victimización. Sea cual sea el modo, las consecuencias son la disminución de la autoestima, los sentimientos de culpa, la impotencia o los sentimientos de estar contra la pared.
Dominio y nuevas tecnologías
Los mecanismos de sometimiento se han adaptado a las nuevas tecnologías, que suponen una herramienta muy potente para el acoso. Internet y las redes sociales son otra forma de invadir la intimidad y un medio para controlar, acosar, difamar y amenazar a la pareja. “Si me quieres, dame tus claves de Twitter y de Facebook”. Esta exigencia se basa en el argumento de que en la pareja no debe haber secretos. “Si no me das las claves, es porque tienes algo que esconder”. Una vez conseguidas las claves, espía y fisgonea, incluso llega a decir a quién tiene que mantener la mujer como amigo y a quién debe borrar. Con las claves en su poder, puede hacerse pasar por ella o amenazarla con publicar contenidos íntimos si no accede a sus peticiones.
El móvil, con su localizador gps, es otra fuente de control para saber dónde está en cada momento la persona a la que se controla. Las nuevas tecnologías permiten demandas como “mándame una foto”, con la que podrá comprobar dónde está, con quién está y qué ropa lleva.
El aspecto más dañino del maltrato es la tortura mental que lleva a la persona a vivir aterrorizada. ¡Qué vergüenza!, ¿cómo cuento yo esto? Las víctimas viven atrapadas y encerradas en sus cárceles de horror, sin darse cuenta de que la llave está en su bolsillo.
Susana, la joven de nuestra historia solía decir: “Cuando ya no podía más se lo dije a mi madre, fue la mejor decisión que he tomado en mi vida. Tenía miedo de que no me comprendiera, pero cuando lo vencí, me di cuenta de que no estaba sola. Gracias a su ayuda estoy en esta terapia que me devuelve a mi vida”.
No te calles, no permitas que el miedo te paralice, ¡Cuenta lo que te pasa!, busca ayuda, fortalécete y recupera tu vida. Si te hace daño, no es verdad que no puedes vivir sin él, la realidad es que no puedes vivir contigo misma a solas. Si te amenaza con que te dejará de querer o pone en cuestión su amor si no haces lo que te pide, es que no te quiere. ¡Corta con él! Cuanto más se alargue la relación, más cuesta salir de ese círculo envenenado de dolor y miedo.
MARÍA GUERRERO ESCUSA
Psicóloga y profesora de la Universidad de Murcia
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Muy buen informe.