¿Existe alguna manera de determinar si una relación va a funcionar? En primer lugar, una relación de pareja no es una máquina en la que las leyes de la física determinan su correcto funcionamiento. Tenemos que aceptar (¡qué término tan rico!) que en materia de relaciones humanas no existe una varita mágica que nos garantice un amor de pareja que perdure y sea sano. Como en otras tantas cosas y aspectos de nuestra vida, el esfuerzo y el aprendizaje social, en su sentido más amplio, y la educación que hemos recibido por parte de nuestros padres (en la mayoría de los casos) mediante la transmisión de unos valores sanos, son los elementos que van a posibilitar que trabajemos en el apasionante viaje de cuidar día a día nuestro amor de pareja. Si bien no hay reglas escritas para garantizar un amor sano a modo de «si haces esto, entonces lo otro», sin embargo sí que existen una serie de verbos que pueden guiarnos en una muy buena dirección hacia la meta de una relación de pareja sana y satisfactoria: respetarse, transigir, comunicarse y compartir.
¿Qué es el amor de pareja sano?
Respetar
Está muy bien hablar del respeto hacia tu pareja. Está muy bien. Pero, ¿te respetas a ti mismo/a? ¿Te muestras respeto aún con tus carencias y limitaciones? ¿Respetas tus valores y creencias? ¿Te respetas porque eres una persona? ¿Te reconoces como alguien único e irrepetible y por lo tanto dotado de total dignidad? Solo a partir de un total respeto hacia uno mismo, la persona está capacitada para respetar al otro.
Respetar al otro, a nuestra pareja, consiste en aceptar (otra vez, con toda su riqueza) que existen diferencias individuales en cuanto a ideas, gustos, formas de hacer y hasta determinadas maneras de entender ciertos aspectos de la vida. Y que en algunas ocasiones mi forma de ver una situación no tiene por qué coincidir con la forma con que la contempla mi pareja. No tengo que estar de acuerdo con los argumentos del otro para respetar lo que dice o piensa. Es más, puedo estar convencido de su equivocación o limitado acierto.
Es la falta de una escucha activa lo que me impide acceder a su argumentación o a su mundo emocional, quedándome en mi lado de la orilla. De esto vamos a hablar un poco más adelante, al tratar de la irrenunciable tarea en materia de comunicación que reclama a la pareja.
Respetar a mi pareja también supone aceptarla en su persona, con los elementos que caracterizan su personalidad. «Es que no gusta que sea así». Vale. Fenomenal. Pero que tu pareja cambie o modifique algo de lo que no te gusta le corresponde a ella. Después de una reflexión y de un trabajo personal. Pero es una decisión de ella. Esto no quiere decir que no puedes comunicarle que te gustaría esto o aquello, pero siempre partiendo del principio de que, aún con esto, es valorada y respetada totalmente como persona.
En este momento puedes estar pensando que en la vida de pareja pueden estar presentes diferentes aspectos de la personalidad del otro que dificultan seriamente la relación. Y es verdad. Tal vez sea cuestión de frecuencia y de grado. Si es éste el caso de algunas personas que conoces, pregúntales que «si lo que les separa tiene más fuerza que lo que les une». Que lo piensen.
Respetar también tiene que ver con la educación en el trato y las buenas formas. No sirve, repito, no sirve el «donde hay confianza da asco», porque si este es el habitual modo de proceder con el otro, no cabe la menor duda: acabará dando asco y nuestro amor de pareja se acabará.
Hace pocos días, trabajando junto a una de mis pacientes, con serios problemas con su pareja, argumentaba que la relación con su marido era muy poco satisfactoria. Gritos, peleas verbales, insultos. «Es que nosotros somos así, muy impulsivos, pero se nos pasa enseguida y al rato como si nada. Somos como el champán que se nos va la fuerza por la boca. No le damos importancia a estas cosas. El problema no está ahí». Le argumenté que ya descubriríamos dónde radicaba el problema, pero que, sin lugar a dudas, el que ella estuviera sentada frente a mí en ese momento era, entre otras cosas, porque la falta de respeto entre ellos alimentaba «el problema» día tras día. Y, por supuesto, su relación distaba mucho del amor de pareja sano del que hablo en este artículo.
Si conoces a alguien que menosprecia a su pareja, que le interrumpe al hablar, que la ridiculiza a solas o delante de otras personas o que le hace ver que no la toma en serio, es decir, que no le respeta… dile que lo piense.
Transigir
Otra de las claves importantes para construir un amor de pareja sano es transigir. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, entendemos por transigir: «consentir en parte con lo que no se cree justo, razonable o verdadero, a fin de acabar con una diferencia». Pero en muchas ocasiones «lo que se cree justo» empieza y acaba en mi punto de vista… y qué no decir de «lo razonable» y «lo verdadero». Una cosa es lo que yo creo que es razonable, desde mi persona, y otra cosa es lo que el otro dice o piensa que es razonable, desde la suya.
Por lo menos, sería muy sano contemplar la posibilidad de que el otro tiene su parte de razón, ya que esta postura necesariamente nos llevaría al diálogo.
Una segunda definición que el diccionario nos trae es: «ajustar algún punto dudoso o litigioso, conviniendo las partes voluntariamente en algún medio que componga o parta la diferencia de la disputa». Vamos, negociación. Y en toda negociación algo se gana y algo se pierde. Es cuestión de (otra vez) aceptación.
Lo mismo, tal vez conozcas a algún familiar o conocido que le cuesta transigir. Sugiérele que piense el porqué.
Comunicarse
Quizás aquí está la clave principal para compartir un amor de pareja sano y tener una relación satisfactoria y plena. Porque hablar, hablamos todos, unos más y otros menos. Pero comunicarnos de una manera sana y eficaz ya es otra cosa. Y no me refiero a ser expertos en técnicas de hablar en público ni a poseer maestría en oratoria. Porque la comunicación va mucho más allá de la emisión de unos sonidos más o menos inteligibles y de un mero proceso de natural audición de los mismos. Comunicarse con el otro es llegar al otro… y que el otro llegue a mí. Es practicar lo que llamamos escucha activa.
Te propongo que leas con atención unas líneas en las que Susana Tamaro, Donde el corazón te lleve, ilustra cómo la precariedad en la comunicación afecta severamente a la relación de la pareja.
«Al regresar a su ambiente, en breve Augusto empezó a comportarse como un hombre de su tierra. Durante las comidas nos manteníamos casi callados, cuando yo me esforzaba por contarle algo me contestaba sí o no, con monosílabos”… Tenía la sensación de que, por encima de todo, lo que quería Augusto era encontrar en casa a alguien a la hora de comer, alguien a quien exhibir con orgullo en la catedral los domingos; parecía no interesarle gran cosa la persona que había detrás de esa imagen reconfortante».
No estará de más que aunque sea de manera muy breve, y a sabiendas que esto ya lo sabes muy bien, comentemos qué no es una escucha activa. Escuchar no es «esperar a que el otro termine de hablar» (mientras yo preparo mi discurso). Escuchar no es esperar a que el semáforo se ponga verde. Esto es ser un buen ciudadano responsable, pero esto no es escuchar. Escuchar tampoco es oír. Oír es un proceso natural, pura fisiología de yunque, martillo y caracol.
Escuchar es cuestión de disposición personal para el encuentro, es cuestión de actitud. De reconocer que «tú eres importante para mí». Escuchar no es solo cuestión de buena voluntad. Solo no. Porque a escuchar se aprende. Por lo tanto, la buena voluntad es necesaria, pero no suficiente para una escucha de calidad. Repito, todo esto ya lo sabes y además lo tienes ya integrado en tu propia vida. Tú conoces muy bien que escuchar es fundamentalmente acoger. Pero puede ser que personas de tu entorno no tengan muy claro este concepto de lo que realmente significa escuchar. Invítales a que lo piensen si quieren que el amor de pareja sano sea el pilar básico de su relación .
Compartir
Os tengo que confesar que nunca me ha gustado esto de «las medias naranjas». Puestos a elegir, prefiero la pieza entera y, si es el caso, una buena macedonia. Pero a medias no. Para compartir es necesario que la persona esté completa. Para compartir una serie de valores básicos para el amor de pareja, es preciso que ambos se reconozcan completos. Porque, de lo contrario, podemos entrar en el terrible y frustrante juego de las dependencias emocionales.
Dependencia viene del latín dependere, que significa colgar, pender. Si yo creo que tú tienes-eres más que yo, entonces tu obligación es darme-quererme todo lo que yo necesito para poder vivir. Así que me cuelgo de ti. Y posiblemente acabe ahogándote. Y seguramente acabe sintiéndome nada. Me viene a la memoria un estupendo cuento que hace referencia precisamente a lo que se deja por el camino cuando se acepta la dependencia como opción para la relación de pareja. Se titula Solo por amor, recogido por Jorge Bucay en Cuentos para pensar. Si tienes oportunidad, léelo.
Un amor de pareja sano necesita que compartamos tiempo. Claro, parece obvio. Tiempo. Sin embargo, parece ser que las personas no lo tenemos tan claro a la hora de cuidar nuestra relación de pareja. Trabajamos tanto durante la semana para hacer frente a los múltiples gastos (hipoteca, coche, ocio…) que ya ni comemos juntos, ni paseamos juntos, ni disponemos de tiempo para dedicárnoslo el uno al otro; apenas nos vemos un poco por la noche mientras dormitamos en el sofá frente al televisor. Y llega el fin de semana y quién sabe si nos espera el fútbol o la Fórmula Uno.
O la tendencia a salir con amigos a todos los sitios. No quiero decir que el cultivo de la amistad con otras personas sea negativo para el amor de pareja, porque no lo es. Más bien diría que es muy positivo. Lo que quiero decir es el «por sistema», ya que esto estaría indicando un modelo de relación con tendencia al aislamiento emocional o evitativo. Vale, quizás estoy exagerando un poco, pero intuyo una ligera sonrisa en alguno de vosotros con eso del sofá. Vamos a quedarnos con la idea (y tal vez con el propósito) de cuidar el amor de pareja se necesita compartir tiempo. Pero tiempo para desarrollar la relación y, poco a poco, construir un amor sano. Alguien dijo –y muy bien, por cierto- que «el tiempo, por sí solo, sólo nos hace más viejos». Lo importante es lo que hace la pareja con su tiempo.
Compartir el tiempo es tarea fundamental para que nuestro matrimonio, para que nuestra relación de pareja tenga la posibilidad de participar en muchas otras cosas, como intimidad, proyectos, educación de los hijos, logística del hogar y otras tantas, todas ellas potencialmente saludables para favorecer un amor de pareja sano y una relación duradera.
Seguro que tú ya sabes todo esto sobre cómo alimentar y cultivar el amor de pareja. Lo digo por si conoces a alguien que…
ALFONSO ECHÁVARRI
Psicólogo
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